martes, 14 de septiembre de 2010

Cap 7: Juvenal

........................................................,,,.......Bahía de Coquimbo

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¡Vaya que impresión me causó! ¡Fue totalmente inesperado, una sorpresa! Oscar Vergara me presentó unas muchachas que decían ser mis primas, hijas de mi difunto tío Juan Esteban Araya, quien era agricultor en San Isidro. Ese día me quedó grabado vivamente en la memoria, fue el día 10 de febrero de este año 1920.

Conocí a mis primas María, Andrea y Albertina, quienes me parecieron muy amables, sus tratos eran buenos y agradables. Conversamos un rato y recordamos algunos familiares antepasados comunes, les causó mucha curiosidad mis comentarios sobre un supuesto antepasado del que había escuchado hablar en las crónicas históricas de la ciudad, me refiero a Gregorio Araya, Alarife de la Municipalidad en 1816, algo así como el Jefe de Obras Públicas del Cabildo, cuando era Alcalde José Ramón Subercaseux.

Un día, cuando estaba caminando alrededor de la Plaza de Armas con mis amigos, encontré a estas primas. Me presentaron a su mamá y me paseé con ellas, conversamos animadamente y reímos viendo a la gente como jugaba en el último día de Carnaval. Luego las acompañé hasta su casita.

En la mañana siguiente las fui a buscar para traerlas a mi casa y presentarles a mis hermanas Graciela y Juana, quienes les expresaron su agrado por conocerlas. Creo que simpatizaron entre ellas.

Después de cuatro noches fui a ver a Rosalba, ella está completamente disgustada conmigo. ¡Me cobra celos con mis primas! Tres noches y días de martirios crueles, Rosalba no se convence de mis palabras y quiere a toda costa no volver más a nuestra amistad por miles de motivos que no logro entender.

Mi prima María me ha hablado de Rosalba, me ha hecho comentarios sobre ella que me han provocado mucha indignación y me he sentido muy humillado de ser su amigo. María la conoce bastante bien, pues ambas estudian corte y costura en la misma institución.

¡Jamás creí que Rosalba fuese tan hipócrita! Yo que me he comportado lo más caballero en mi modo de proceder y ella haciéndome traición con sus murmuraciones. Lo decidí a mí pesar, así no la podía aceptar: ¡Terminar todo de una vez!

En la noche me encontré con Rosalba, nada más verla y sentí al oído las palabras punzantes de María que me llenaban de humillación, he puesto fin al amor. Le he devuelto sus cartas y ella me ha entregado las mías. Noté unas lágrimas en sus ojos y trémulamente sentida contestaba: “¿Qué enigma será éste que no puedo descifrar?”

Como nunca le hablé, como a ninguna mujer le dije que jamás el honor de un hombre se puede irrespetar, mi dignidad y decencia está por encima de cualquier mujer, le hable de mi sincero amor que ella atropellaba con su falta de lealtad y que ella no lo merecía. Tenía deseos de ser aún más rudo.

Me vine completamente destrozado. Esa noche estaba de un carácter de mil demonios… ¡Una lágrima rozó mis mejillas! ¡Oh, mujeres! Qué frágiles son, Rosalba diciéndome ayer: “¡fiel hasta la muerte!”. Y yo confiaba en su amor, porque la creía buena, su expresión humilde así creía que me lo demostraba ¿Qué puede haber realmente en todo esto?

¿Cómo va quedando mi corazón? Ahora le llevan otro pedazo de alegría, de felicidad… ¡Está destrozado ya! Destino mío, ya que eres tan adverso conmigo, llevadle al menos a ella el placer que me quitas a mí, espero que sea feliz, ya no importo yo.

Ya no hay alegría para mí, me siento muy sólo en este valle de lágrimas, más aún, este mes es precisamente el sexto aniversario de la muerte de mi madrecita, ella se fue el día 13 de febrero de 1914. Recuerdos horrorosos guarda mi corazón de esa trágica fecha que me dejó huérfano y a la deriva en este borrascoso mundo.

Una noche intenté ver a Rosalba, pero ella andaba con toda su familia, incluso su papá que es prefecto de La Higuera, en el biógrafo público de la Plaza Buenos Aires. Me vine a casa, triste y solitario, ya no tengo interés por nada.

En otra oportunidad me encontré con Rosalba y su prima Rosaura en el Teatro Municipal, nos hemos saludado, aunque ellas lo hicieron con cierta frialdad. Hubiese querido acercarme y hablarles, pero el aire de desdén de Rosalba frenó mis impulsos.

No tuve oportunidad de hablarle a Rosalba durante muchos días, pero le escribí una carta con ruegos para que volviese a mi amistad. Crueles ideas desgarraban mi alma, pronto partiría de ésta hermosa ciudad de donde tengo tan gratos recuerdos, pero Rosalba ya no admitía mis súplicas. De hecho, su respuesta a mi carta dice sencillamente “no”.

Con Rosaura le envié muchas veces mensajes para que me permitiera encontrarme con ella. Un día, cuando ya había perdido la esperanza, ella me dejó dicho que fuera a verla, pero como mi orgullo estaba herido no fui, y así tuve muchas otras oportunidades similares que decidí no ir. Ahora yo la hacía sufrir, el desdén con el desdén.

Pasé varias noches en casa de mis primas compartiendo gratas veladas con ellas. Albertina es la menor y la que más me agrada, por su carácter muy alegre y su conducta tan educada, a su lado me olvido de todo, mi eterno dolor se trueca en alegría.

Junto con mis primas me siento muy bien, ellas me reciben en su casa con mucha consideración y nuestra vinculación familiar nos facilita una relación de confianza. Ellas son extrovertidas y muy conversadoras… ¡Pero son tan cuentistas! Precisamente debido a sus chismes es que me he separado de mi tan querida y recordada Rosalba, no la puedo olvidar, ella está siempre dentro de mí.

Así pasaban monótonos los días de verano, era un devenir impasible del tiempo que se dejaba deslizar indiferente, apenas perceptivo a la conciencia. Ese sosiego lo interrumpió las noticias que recibí de Teresita, apenas había pensado en ella, pero la carta que recibí despertó mis pensamientos por esa bella niña.

Desde Coquimbo me escribió Teresa esa hermosa carta de amor y que estaba muy bien escrita. Me decía que me extrañaba mucho y me pedía que fuera pronto a visitarla, escribía que tenía ansias de pasear junto conmigo por la orilla del mar sintiendo su eterno vaivén, sentir impregnándose la humedad con el flujo y reflujo de las aguas que desatan las olas del mar y se extienden suaves sobre las arenas ardientes de sol.

Pensé, en estos días debo ir a Coquimbo para despedirme de mis familiares, antes de partir nuevamente a Copiapó. Entonces me dejaré llevar por los senderos que Teresita desea recorrer, avanzar con despreocupación por los caminos primorosos del amor.

Invité a Segundo para que me acompañara a Coquimbo. Nos fuimos a las 6 de la mañana a la estación ferroviaria, sin embargo el tren nos dejó esperando y sólo pudimos salir a las 3 de la tarde. Llegamos a la estación El Empalme, en Coquimbo, y nos fuimos a donde mis tías.

En la noche fuimos con mi tía Elisa, Teresita, Segundo y su tía al teatro Apolo, en la calle Melgarejo, vimos la película: “La virgen que los dioses olvidaron”. Pasamos un rato muy agradable, después estuvimos escuchando la música que tocaba la banda municipal en el kiosco otomano de la Plaza de Armas.

Esa noche me despedí de Teresita, le di un ósculo de adiós y ella muy triste me tomó las manos y me suplicó que no la olvidara, pues ella me tenía siempre en sus pensamientos y muy dentro de su corazón. No sé, ya no me parece tan atractiva, más bien la he notado gris y se apaga mi entusiasmo por ella. ¡En la noche soñé con Albertina!

Me causa cierto desasosiego Teresa, pues no quisiera jugar con sus sentimientos, ni pretendo alimentarle falsas expectativas, pienso que debo alejarme y dejar que el tiempo se encargue de ordenar las cosas. Esta situación me recuerda la tonadilla que está tan de moda: “Del agua que no has de beber… déjala pasar”

Al día siguiente nos vinimos en el tren de la tarde, venía con deseos de ver a mis primas, cada vez me siento más atraído por Albertina, mi primita del alma mía, llena de una dulce risita que me colma de alegría, siempre sus ojitos tienen el brillo en su mirada que iluminan mi corazón.

Tuve un día de enorme felicidad por dos acontecimientos que me llenan de satisfacción. Primero, mi hermanito Luís Felipe ingresó a la Escuela Superior, donde antes yo me eduqué. ¡A los 6 años! Y segundo, el otro acontecimiento, amo a Albertina, la he estrechado en mis brazos.

¡Amo a Albertina! Tan pronto llegué de Coquimbo fui a ver a mis primas y encontré a Albertina radiante como la alborada, tan hermosa como una flor… mis labios con los de ella han saboreado las mieles del amor sublime. La estreché entre mis brazos y con susurros le hablaba de amor. ¡Oh, cuando suspiraba me decía “te adoro”! ¡Qué alegría! Mi bienestar y dicha no tenían límites, sentados en aquel banco en un rincón de su casa hablábamos de la religión del amor, solos los dos, éramos el uno para el otro.

Pasé otras noches con Albertina disfrutando de besos, de caricias y abrazos que quisiera que nunca se terminaran. En pocos días más debo partir nuevamente a Copiapó, para terminar mis estudios en la Escuela Normal; si pudiera detener el tiempo y hacer eterno los momentos de dicha con mi querida primita.

La tarde de un domingo estaba paseando por la Alameda cuando se me acercó un jovencito que me traía un mensaje de Rosalba, me mandaba a decir que fuera a su casa, me decía que ella esperaba por mí. Cuando la vi me sorprendí que estuviese tan hermosa como nunca, mi corazón dio un vuelco y saltaba desbocado. Salimos a pasear junto con su prima Rosaura

Volví a verla al día siguiente, sentía que nuestros amantes lazos volvían a estrecharse con el sublime amor que envolvía nuestra atmósfera. ¡Cuánto la amo! Rosalba es mi más querida de las mujeres. Un poco triste me vine, pues el día siguiente sería la última noche que nos hablaríamos, nos despediríamos hasta fin de año, pues vuelvo a mi Escuela a terminar mis estudios. Me duele dejar a mi tan bella Rosalba, no quiero amar sino sólo a ella.

El último día previo a mi viaje, el 24 de marzo, me despedí de mi tan querida Rosalba, fue mi último día que disfruté de tanta alegría y felicidad. Primero la acompañe en la oportunidad que me presentaron a Marta, hermana de Rosaura y prima de Rosalba. Después me dirigí a la plaza de Buenos Aires, hasta la casa de su madrina, donde me encontré con mi adorada Rosalba.

¡Oh, qué despedida tan hermosa! Rosalba olvidó todo lo pasado y juramos amarnos siempre, lleno de ilusiones, con pasión sellamos nuestros pensamientos. ¡Con un sublime beso nos prometimos amor eterno! Entonces me alejé con mi alma tranquila.

Mas tarde Segundo me acompañó a donde las primas mías, siempre es conveniente despedirse de todos los familiares. Por supuesto que estuve con Albertina, mi dulce amor me estaba esperando, y me fundí con ella en largos abrazos, los besos fueron infinitos. A las 2 de la mañana dejamos su casa y me traje dentro de mí los gratos recuerdos de mi primita que endulzan mi alma.

A las 7 de la mañana estaba listo para partir en tren hacia Copiapó, a mi Escuela Normal. Viajo junto con mi amigo Segundo Sáez, haremos escala en Vallenar, alojaremos en el Gran Hotel y al día siguiente continuaremos el viaje hasta Copiapó.

Sentado en el vagón de segunda mis ojos dejan pasar el paisaje sin prácticamente mirar, apenas hay trazos que veloz retroceden sin que apenas el inconciente registre escena alguna, solo hay un nebuloso horizonte que gira suavemente, ver sin mirar, mis ojos están fijos en el infinito vencidos por mis meditaciones y recuerdos.

Mis pensamientos están con Albertina, están en el amor que hoy tengo por mi prima, tan llena de gracia y alegría como la más bella mariposa del jardín. ¿Y que puedo decir de Rosalba? Mi niña virtuosa, de alma noble y pensamientos puros. Cuando pienso en una también evoco a la otra.

¡Qué lejos ellas van quedando mientras el tren se aleja de la ciudad! Ellas son parte de la encantadora ciudad de La Serena, en cambio, yo cada vez más envuelto en éste árido desierto atacameño que inspira la más profunda soledad y, para colmo de este infortunio, soy tan sólo un estudiantillo.

Otra vez llegaré a mi mundo de estudiante, otro puerto diría un marinero, se anclan las naves hasta que llegue de nuevo la hora de partir y navegar de aquí para allá, luego de ahí para acá, en cada puerto un amor y un vaso para beber. Cada puerto es un jardín donde hay hermosas rosas, pero las rosas tienen espinas, mi Rosa con espinas me inspiras estos versos:

No te perdono, me hiciste tanto daño
nuestro amor vivió lo que una flor;
has sembrado en mí ser ¡el desengaño!
y ha muerto para siempre nuestro amor…


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