miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cap 10: Juvenal

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.................................................. Estración de Ferrocarril - Copiapó

.Después de seis días sin salida del hogar de la Escuela Normal, días de encierro y mucho estudio, pude por fin salir a recorrer las calles polvorientas de Copiapó, era el día domingo 2 de octubre. Este es un pueblo de mineros que está lleno de gente de piel curtida por el sol y el aire de la montaña, aventureros que buscan la fortuna en la entrañas de la tierra, sedientos de encontrar las vetas de oro, plata y cobre que se esconden en la cordillera de los Andes.

Fui en busca de mi Magdalena y la encontré sentada en el interior de su casa, asomada a la ventana con la mirada perdida en la distancia. Se sorprendió al verme y salió pronto a saludarme. Besé sus labios, pero sentí una sensación de frialdad, eran besos muertos, fúnebres, yertos… ya no sentía la calidez que de ella ansiaba, no estaba la ternura que ella siempre me entregaba.

Me dijo que no podía quedarse más tiempo conmigo, pues debía entrar a su casa para atender a su mamá, sólo había salido un ratito para saludarme y que se alegraba de verme de regreso, entonces se fue corriendo con su largo vestido flameando al viento. Quedamos de vernos el próximo fin de semana, que eran mis días de salida de la escuela.

De regreso me encontré con Tapia, él ahora es mi amigo sincero y confío en su franqueza. Me ha contado que Lincoyán, a quien yo había encargado me cuidara a Magdalena, ha tenido tanto empeño en atenderla que ahora me hace traición.

¡Jamás me lo figuré así! Tapia me ha comentado las murmuraciones que han llegado a sus oídos, de las cuales yo mismo algo había escuchado, pero no creía que pudiera haber un acto desleal de quien se decía mi amigo. Me contó que Tapia iba a casa de Magdalena todos los días, lo presentía, pues cuando nos hemos cruzamos apenas me ha hablado, creo que él me rehuye.

Me da mucha rabia un amigo traicionero, siento ira por el abuso de confianza de quien no respeta el honor de la amistad, él es una persona hipócrita de doble conducta, sin valores ni principios, no tiene ninguna valía ni merece el respeto de nadie. Pero veremos quién vence, no me he rendido ni ya pretendo un amor puro con Magdalena, ella es mía.

Una noche en que mi pecho se sofocaba de rabia, no sé si era más furia por mi honor ofendido o eran más celos por temor a perderla, le reclamé a Magdalena su comportamiento desleal, le dije que la infidelidad era de las mujeres sin decoro, que la decencia de una mujer exige recato en la compostura y no estar coqueteando con cualquiera, ni menos con los amigos de uno, como ese tal Tapia.

Ella horrorizada respondió que no era verdad aquello, que nada malo había hecho, me dijo que el amor que ella sentía era sólo para mí. Le pedí que fuese mía de cuerpo y alma, que me diera su prueba verdadera de su amor… ¡Caramba! Todo lo que he dicho por culpa de este canalla que ha querido burlarse de mí.

Pasaron unos días y comprendí que ella realmente me ama, mi desconfianza no tenía sentido; sin embargo, un día que salí a verla divisé desde la distancia a Lincoyán en la puerta de la casa de ella. En el momento me invadió nuevamente la incertidumbre, entonces me pregunté si de verdad se burlaban de mí, cuán engañado había sido, pensé, me trataban como un tonto.

Cuando llegué se despidió Lincoyán de inmediato y encontré a Navarro, compañero de banco, que es amigo de Julia, hermana de Magda. Navarro me contó que Lincoyán había ido a preguntarle a Magdalena por qué yo no le hablaba; “usted sabe más que yo”, había contestado ella. Entonces él había comentado que más habían valido las palabras de otro que las de él mismo, que él tenía que hablar conmigo antes que perder nuestra amistad. Se colmó mi intranquilidad, parece que todo han sido sólo malos entendidos.

En mi interior me reconcilié con mi Magda. El domingo disfruté de sus besos y ella prometió portarse mejor conmigo, mejor que antes, y ser mía de cuerpo y alma. ¡Cuerpo y alma! Claro, también le he dicho que no me gustan sus muchas saliditas.

Anoche principiaron las Fiestas de los Estudiantes, festejos para celebrar la llegada de la primavera, el florecimiento de los valles y la alegría de la vida, es fiesta de la juventud y de challa, fiesta de carnaval de octubre. A causa de esto casi toda la semana hemos estado saliendo la mayoría de los estudiantes de la escuela para ir a ensayar al Teatro Municipal y pasar gratos momentos viendo las bellezas copiapinas, no me refiero a los paisajes, me refiero a las muchachas, por supuesto.

Anoche se llevó a efecto la Velada Bufa, mi traje fue de Pierrot, un disfraz de color rosadito que me quedó macanudo, fui el único de toda la estudiantina que llevó un traje distinto, ya que el mío no estuvo listo para Fiesta, en cambio todo el resto del grupo tenía un disfraz de Trovador. Total, la fiesta estuvo muy buena, aunque demasiado larga.

El día 24 no pude dejarme de disfrazar, pues fue el último día y naturalmente el más esplendoroso. El desfile de los carros adornados fue lo mejor de las Fiestas, yo tuve que dirigir un carro en que cuatro estrellitas copiapinas de la Escuela Profesional representaban un trébol, lo hice a lo largo de 31 cuadras. ¡Uff! yo jamás había caminado tanto así, pero a las chiquillas les caí en gracia, se llaman: Consuelo Ruiz, Mercedes Zalames, Carmen Rosa Astorga y María Hernández.

Pasé de lo más feliz toda la tarde con mi traje de disfraz que era muy lujoso, Pierrot, el cual me lo facilitó un amigo. El desfile duró hasta muy avanzada la noche y acudió un inmenso gentío, entremedio de la algarabía anduve con Magdalena que se había disfrazado de hombre.

Más tarde hubo baile en la Escuela Vocacional. Ya en los salones, con mi querido amigo Abilio Moreno y otros compañeros, formamos un fenomenal alboroto y nos divertimos hasta más no poder. Me vine a las 3 de la mañana con Concha. Al día siguiente hubo estudio libre y era atroz el sueño.

Quizás nos excedimos en los festejos del carnaval de estudiantes, ya que en la mañana del 28 de octubre hubo un tremendo temblor que casi se nos cayó la casa. El terremoto fue en Vallenar y aquí se sintió muy fuerte, algunas paredes cayeron en la ciudad y el pánico cundió de inmediato.

Felizmente no ocurrieron desgracias personales, sin embargo se anuncia otro terremoto, pero esta vez es un terremoto político, pues dicen que el día 8 de Noviembre pasa por la ciudad el electo presidente Don Arturo Alessandri, el “León de Tarapacá”.

Alessandri obtuvo la presidencia después de una muy reñida elección frente al candidato conservador Luís Barros Borgoña. La votación primaria del 25 de junio dio como resultado un conjunto de electores que llevaron a efecto la elección en segundo grado de Presidente de la República, el 25 de julio. Aquí Alessandri obtuvo 179 votos contra 174 de su adversario, pero las reclamaciones de fraudes de ambas partes dieron lugar al fallo del Tribunal de Honor, el 30 de septiembre, de 177 electores para Alessandri y 176 para Barros Borgoña.

Este controversial y delicado dictamen del Tribunal de Honor fue finalmente acogido por el Congreso Pleno, quien procedió a designar legalmente a Alessandri Presidente de la República el 6 de octubre de este año 1920.

El lunes 8 estaba todo el pueblo volcado en las calles para recibir al electo presidente. La ciudad estaba de gala: arbolillos, arcos, flores y un regio banquete para las autoridades gubernamentales e invitados del pueblo. En medio de la multitud yo estaba presto a darme un bañito de cultura.

El presidente llegó a las 12 y media, lo llevaron por la calle Atacama hasta la Plaza, donde subió al kiosco y escuchó a varios oradores que le dieron la bienvenida. Luego él hizo uso de la palabra, arrancó de nuestros pechos el cariño y la emoción que despierta su liderazgo, quedamos prendados de su elocuencia y contagiados de entusiasmo con sus ideales para llevar al país hasta la cima más alta.

Nuestro presidente quiere la felicidad para todos, así lo expresó en una parte de su discurso: “…no quiero que los de arriba bajen, sino que los de abajo suban. ¡Ni quiero tampoco que bajo mi bandera lloren los necesitados!”. La gente aplaudía con delirante entusiasmo.

Luego vino casi toda la comisión a visitar la Escuela, también Don Arturo Alessandri nos honró con su presencia. Los salones y el corredor estaban adornados con cuadros, flores, trabajos manuales, aparatos de física, etc., y la orquesta de la escuela, de la cual soy integrante, deleitó con sus interpretaciones durante la visita.

En la noche fui al banquete en el Teatro Municipal aprovechando que yo figuraba entre los músicos de la escuela que tocarían en el evento. Escuché discursos políticos de Zambrano, Vallejos, Acharán, Arancibia, Lazo, también conocí al escritor Rafael Malvenda. Fue una noche felicísima para mí.

Entre la gente vi a las señoritas Zalames y Astorga, las del carro que sacó el trébol y que yo lo dirigí durante muchas cuadras. Me saludaron muy atentamente, después llovieron las sonrisas. Finalmente el electo presidente partió en la noche a Caldera, a las 10 y media salió hacia el Norte.

A los pocos días después, el 13 de Noviembre, se clausuraron las clases; otro año más de estudio que termina, tan sólo me falta el próximo año y seré Maestro Normalista ¡Que orgullo! Muchos de mis compañeros de escuela partieron el lunes siguiente, unos hacia el Sur, otros al Norte, yo también tenía planificado partir pronto a mi hogar familiar.

Quedamos unos 20 estudiantes en la Escuela, pero como todo el personal ya estaba de vacaciones no teníamos nada para comer, el hambre nos invadía de manera fenomenal. Apenas soportamos unos pocos días, ya no se podía estar en la Escuela, entonces con Sáez nos mudamos donde una generosa señora, mamá de Elizalde, amigo nuestro de la Escuela.

Mis pensamientos siempre estaban en esos días con mi Magda, mis sueños la rodeaban de amor y más amor. Magdalena era mi prometida y había aceptado ser mía de alma y cuerpo, así yo seré también más suyo cuando nuestros órganos ardientes de calor se unan en ésta hermosa primavera en que todo fecunda, será mía, seré suyo, seremos uno.

Una noche anduve hasta muy tarde con Magda, intenté seducirla en el amparo de la oscuridad, mis manos acariciaron tu tersa y cálida piel, exploré recónditos secretos de su cuerpo, su respiración agitada intentaba susurros que silenciaba con mis besos llenos de ardor. Será mía pensaba en mis afanes lujuriosos, quise seducirla… no pude, con tantas polleras no es nada sencillo.

Gran acontecimiento en esos días, ensayé la interpretación de la “Traviata” en la iglesia San Francisco, luego en la noche toqué mi violín en presencia de mucha gente que llenaba completamente la iglesia, también habían hermosas chiquillas copiapinas. Toqué con toda mi alma, mis dedos veloces hacían volar las notas musicales en bella cadencia, sé que emocioné a muchos.

A la salida de la iglesia me encontré con las hermanas Guerras, María, Amelia y Amanda, quienes me felicitaron por mi interpretación. Las acompañé y me atreví a pasar con ellas por delante de la casa de mi dulce Magda, pero suerte la mía, estaba enferma en cama y nadie me vio.

Para causarles simpatía y obtener su atención hice galas de mi buen vocabulario saturado de elegancia, como un gran caballero. Las dejé convencidas que yo no era un cualquiera sin ninguna gracia, no era un fatuo ni un fanfarrón; sé que quedaron encantadas de mi ingenio, lo digo sin alabarme, porque lo noté.

Al día siguiente me encontré nuevamente con las Guerras y las llevé al biógrafo, a las cuatro hermanas, Teodora, Amanda, Amalia y María, además a su mamá, las invité a luneta. Noche deliciosa con ellas a mi lado. ¡Pobre Magda, no fui a verla!

Así se repitieron los días, noches de tocata en la iglesia San Francisco, interpretaba mi tema favorito, “Traviata”, después acompañaba a las hermanas Guerras hasta su casa, eran noches primaverales felices que disfrutaba muy intensamente antes de partir a La Serena. A fin de mes tenía previsto partir de viaje.

Sin embargo, a Doña Elisa Elizalde Sierralta, la dueña de casa donde me hospedo, se le perdieron 20 pesos que le había entregado Sáez, entonces no podía irme, puesto que podrían juzgar de mí. Para demostrar mi honradez me quedé con gran pena.

Esa noche fui a tocar mi violín en la Iglesia San Francisco, después la Emmita Prieto (cupletista copiapina) me convidó a su casa y me pidió que llevara mi violín, acepté. Al día siguiente, después de almuerzo, fui donde Emmita, fue una tarde deliciosa, tocamos muchas piezas de música y después tomamos once, salí a más de las 5 de la tarde.

En la noche estuve con Magda, casi todas las noches me encuentro con ella, me siento muy feliz en su compañía. He hablado con mi suegra, la madre de Magda, y creo que le caí completamente en gracia, me siento muy complacido.

Cuando me vine a casa tenía la intención de acostarme, pero a Sáez y Elizalde se les ocurrió ir al velorio del padre de unas amiguitas de las Guerras. Fuimos, pero Segundo se aburrió, entonces junto con Elizalde tuve que pasar toda la santa noche en el funeral cuidando el ataúd, pues éramos los únicos hombres allí.

Ese caballero muerto dentro del cajón y Elizalde preocupado porque el difunto podría sufrir de claustrofobia. No pudimos evitar reírnos, pasamos una noche tragicómica, en medio del drama de la muerte, nunca había reído tanto, a pesar de que morirse es un asunto muy serio, claro, es muy serio para el que se muere. Como patos nos venimos a dormir a las 7 de la mañana.

No es sencillo aceptar el acontecimiento de la muerte, a pesar de que es lo más natural del mundo, todos tenemos que morirnos un día, sin embargo, la idea de la muerte propia nos produce temor, puesto que es una experiencia desconocida y muy íntima, nadie puede morir por mí y evitarme tan desagradable costumbre llena de misterios que asociamos con la oscuridad, el frío y la soledad.

Sin embargo, la muerte tiene la virtud de que nos hace pensar con más intensidad en la vida, nos hace más sedientos de vivencias que hagan vibrar todo nuestro ser, sentir la existencia a plenitud de nuestra condición de mortales, seres humanos con conciencia de sí mismo, lo cual nos distingue de las plantas, de los árboles y de los animales.

La vida nos ofrece placeres como la compañía de nuestros semejantes, compartir nuestra interioridad con seres queridos, a pesar de que siempre tengamos también que sufrir disgustos y frustraciones que debemos soportar. La vida nos ofrece la posibilidad de realizar alguna obra, que por muy humilde que sea, será al menos un granito de arena para beneficio de los demás, incluso más allá de nuestra muerte.

El día que Dios me llame, entonces podré decir con orgullo y satisfacción que en la vida amé con sinceridad y fui un maestro dedicado a la enseñanza, para dar luz a las mentes jóvenes, de quienes vienen de las sombras y buscan un camino de virtud. Yo sé cual es la misión de mi vida.

A propósito de placeres, el último día en Copiapó, el lunes 6 de diciembre de 1920, tuvimos una gran farra con Gonzalo Pizarro, Leoncio Morales, Alfredo Sáez y José María Elizalde. En la noche me despedí de Magda, en la estación estuve un momento con las Guerras, luego, al amanecer del nuevo día, tomamos el longitudinal hacia La Serena.

Consigue la novela: Juvenal, cuando el gallo no canta




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