sábado, 22 de mayo de 2010

Cap 4: Juvenal


................................................................Puerto de Coquimbo (1920)


- ¿Dónde está Teresita? – le pregunté a mi hermana Juana Rosa, una vez que había entrado a casa, con el presentimiento de que algo extraño estaba ocurriendo

- Está llorando en su pieza… - respondió mi hermanita

- ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?

- Sucede… - comenzó a explicar – cuando tu saliste, mi tía Elisa le encontró el papel que tú le mandaste desde tu cama esta mañana.

- ¿Y…?

- Mi tía leyó lo que tú habías escrito en el papel y luego lo guardó – hablaba con expresión de disgusto y reproche - Teresita se abalanzó contra mi tía y le quitó el papel de sus manos…

- Sigue contándome – insté con ansias

- No tiene ningún derecho de quitarme mi papel… es mío, le reclamó Teresita a tía Elisa - continuó relatando Juanita - Pero ella la agarró de un brazo y se la llevó a su cuarto, aquí la golpeó y le quitó los zapatos para llevárselos al fondo del patio. Teresita la siguió, caminaba descalza y sus piecitos se lastimaron.

Juanita me hablaba agitada, muy molesta con mi tía Elisa, porque era evidente que ella estaba maltratando a su amiga, sin justificación alguna, con un excesivo celo maternal. Además, era un abuso de confianza en nuestro hogar, pues tía Elisa ya no vivía con nosotros, debido a que se había mudado a Coquimbo, donde trabaja como profesora en la Escuela Profesional de Coquimbo y está viviendo en casa de tía Mercedes.

- ¿Qué hizo mi abuelita? - pregunté

- Nada, ella no estaba, pero más tarde cuando regresó a casa se enfadó con su hija, reprochándole su actitud, ya que ambas estaban de visita en casa y debían comportarse con respeto – me seguía explicando Juanita – La abuelita le quitó los zapatos y se los devolvió a Teresita, entonces ella le dio el papel diciéndole: “vea usted si es pecado lo que he cometido, señora”.

Yo había escrito ese papel en la mañana, antes de levantarme, porque me sentí impulsado debido a que mi primer pensamiento al despertarme había sido para Teresita. No puedo negar que desde que la conocí, me pareció muy simpática, tiene una risita muy agradable y una conversación que me fascina… ¡me gusta!

Le envié con mi hermana Juanita un papelito donde parafraseaba un poema de Rubén Darío:

Teresita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar,
yo siento
en el alma una alondra cantar,
tu acento.
Teresina, te voy a contar
un cuento.

Más atrevido, también le escribí una rima de Bécquer con la insinuación de mi atracción por ella

Tu aliento es el aliento de las flores;
tu voz es de los cisnes la armonía;
es tu mirada el esplendor del día;
y el color de la rosa es tu color.

- ¿Ahora dónde está ella? – pregunté a Juanita

- Está llorando en su cuarto, porque tía Elisa le volvió a pegar, y la acompañan Cristina e Hildita que la están consolando. Ella me pidió que no te contara nada… vaya a verla y hable con ella.

En el salón estaba mi abuelita, tía Elisa y mi hermana Graciela, apenas las saludé y pasé casi corriendo a la habitación donde estaba Teresita. Les pedí a mis hermanas que nos dejaran solos y me senté a su lado. Aunque sabía, le pregunté:

- ¿Qué ha pasado?

- Nada… - sollozando, con sus ojitos llenos de lágrimas me miraba, me miraba mientras tomaba una de mis manos – La señorita Elisa me pegó, porque el papelito que me envió esta mañana…

Sentía mi corazón oprimirse frente a esta niña tan llena de dulzura, sus lágrimas eran heridas abiertas en mi alma. Acerqué sus temblorosas manos para poner mis labios en su tersa piel con un suave ósculo.

Conocí a Teresa Pimme recién llegado de mi viaje de Copiapó, cuando mi tía Elisa me la presentó como su amiguita de Coquimbo, a quién había invitado para pasar la Navidad y el Año Nuevo en casa, junto con mi familia. Teresita era una alumna en la Escuela donde era profesora mi tía.

Estuvieron en casa 4 semanas compartiendo con toda la familia. A través de los días fue naciendo una hermosa amistad con Teresita, disfruté mucho su compañía, siento mucho aprecio por esta muchachita tan llena de gracia y simpatía.

Por supuesto que también he disfrutado mucho la cercanía de mi familia, después de tantos meses de separación. Cuando llegué a casa, después de mi largo viaje, mi hermanita Hildita corrió hacia mí, con sus trenzas danzando al aire, se abrazó a mis piernas y me pedía que tocara mi violín.

Me hicieron tocar el violín, interpreté varias piezas que había aprendido en Copiapó y finalmente les toqué el vals que compuse para Rosita, vals de dulces ensueños, melodía de amor. Esta interpretación es la más les gustó, sin alabarme, me felicitaron y disfrutaron mi música de violín.

Tantas cosas habían pendientes para conversar, tantas novedades que habían para comentar. La gran sorpresa que he tenido es sobre el incendio que ocurrió el lunes pasado en la noche, antes de mi llegada, en el Pasaje Vicuña, se quemó casi media manzana y las pérdidas de los comerciantes fueron cuantiosas.

Las preguntas sobre el terremoto en Copiapó me han llovido, todos querían saber los detalles, aquí se sabía por las noticias de los periódicos que habían ocurrido 6 muertos y más de 100 heridos, que el edificio del Liceo, a pesar de que es asísmico, debido a su construcción de tabiques de madera con caña de Guayaquil, quedó muy afectado y se agrietaron los tabiques, se cayó parte del enlucido, se desplomaron murallas y se quebraron algunos bustos.

Aquí en La Serena también se sintió el terremoto, pero con mucha menor intensidad. El mar se recogió lentamente y retornó varías veces, más allá de su límite normal en la playa, pero no causó daños.

Otra novedad en La Serena, muy comentada, fue el suceso que ocurrió en Septiembre pasado, fue publicado en los periódicos de la ciudad, en “El Coquimbo” y en “El longitudinal”. A Marina Contreras por casi nada la matan, pues resulta que ella vivía con un agente de la policía secreta, quien en un arrebato de celos le disparó contra su cuerpo, después creyendo que ella estaba muerta el policía se disparó y murió.

En esos días fui a Coquimbo a visitar a mis familiares y vi a Teresa ¡Qué felices días pasé! Estuve cerca de una semana en casa de mis tías, pasee con ellas y Teresita, caminamos hacia el centro de la ciudad, una vez fuimos al circo, otro día llegamos hasta la Punta Pelícanos, donde está el Fuerte Lambert con su viejo cañón de la época de la Guerra del Pacífico,

Desde el área del Fuerte se tiene una espectacular vista de la Bahía y se camina entre rocas y sinuosos senderos que la naturaleza adorna con cactus y flores silvestres. Entre las piedras encontré una hermosa añañuca que regalé a Teresita y le dije:

- Recuerde que ésta flor tiene el nombre de una hermosa joven que vivía en un pueblo del norte, Añañuca, y que se enamoró de un minero con quien se casó y fueron muy felices – le explicaba, mientras tenía toda su atención – Un día el minero tuvo un sueño que le reveló donde se encontraba la mina de inmensas riquezas que él siempre buscó, entonces el partió a buscarla.

- ¿El encontró la mina y volvió con riquezas? – preguntó, con aires de cierta avaricia, me pareció. ¡Mujeres! pensé

- No, la leyenda dice que nunca regresó. Se dice que un espejismo se lo tragó, en tanto la joven de pena murió y fue enterrada un día lluvioso en pleno valle. Al día siguiente el valle amaneció cubierto de flores rojas que recibieron el nombre de esa infeliz mujer.

- Esa historia es muy triste - dijo algo apesadumbrada.

En la noche tomé el tren en la estación de “El Empalme”, partí a La Serena avanzando por las líneas férreas que bordean la playa de la bahía, veía las luces de los buques y vapores que se reflejaban en el mar, el vaivén de las aguas las hacían titilar y formaban fajas que venían y se iban en la oscuridad.

El puerto se fue alejando y parecía como un lugar donde algunas estrellas se cobijaban del mar. Qué noche tan sublime, tan bella, tan atractiva, hubiese querido tener a mi lado a Teresa para disfrutar el paisaje y seguir el abrazo que nos dimos al despedirnos en la estación.

Días después, en fechas de Carnaval, vinieron a casa, Jorge Aqueda, Alejandro Rubio y Segundo Sáez, saludaron a mis familiares y estuvimos conversando un rato en el salón de la casa. Salimos en la noche y en la Plaza de Armas le compramos empanadas de ave con huevo a “la gorda” del abasto. En realidad la gorda se llama Liliana, todo el mundo le manda a comprar sus deliciosas empanadas, dicen que para el Obispo le hace empanadas milagrosas con huevitos de codorniz.

En la plaza divisamos un grupo de muchachas que conversaban muy animadas, sentadas en un banco frente a la Catedral. Cuando nos vieron pasar hablaban entre sí y se reían mirando hacia nosotros, me turbé y di un traspié, se me cayó la empanada que venía comiendo y una aceituna se metió dentro de mi zapato… ¡Qué vergüenza!

Dimos una vuelta completa a la plaza y Segundo las saludó, ellas reían y nos miraban. Después de otra vuelta más a la plaza nos atrevimos a hablarles, ellas eran Emina, Rosalba y Rosaura. Estuvimos conversando trivialidades y luego las acompañamos a sus hogares en la calle Las Casas, cerca del cerro de la Cruz.

Después fuimos varias veces a visitarlas, anduvimos varias noches conversando con ellas. Yo hice amistad con Rosalba González y le presté varias postales de La Serena y de Copiapó, comenzó a nacer en mí una especial simpatía hacia ella, sin embargo, una noche nos vio un conocido de su familia y la acusó, entonces su mamá no la dejó salir más.

Un día Rosalba y Rosaura se encontraron con Rubio y no lo saludaron, lo mismo hizo Carlos, hermano menor de ambas. Yo fui varias noches a buscarla en vano, no pude ver a Rosalba, de modo que me sentí muy enojado y mandé a Carlos a pedir que me regresaran mis postales.

Después ni siquiera fui a buscar mis tarjetas donde Rosalba, me sentía muy disgustado, y aunque me daba cuenta que Rosalba se había enamorado de mí y me había prometido escribirme, creo que pondré fin a esta amistad. Me despediré para siempre de Rosalba, pensaba muy dolido por la actitud de ella.

Hoy día jueves, 24 de abril de 1919, estoy otra vez de viaje en tren hacia Copiapó. En la distancia se desvanece mi ciudad La Serena, también se aleja el poblado de la Compañía, en la ribera norte del río Coquimbo… finalmente la ciudad se perdió, se perdió como cuenta la leyenda de Juan Soldado.

En efecto, la leyenda cuenta que la ciudad de La Serena era muy bella en su origen y estaba construida en un lugar cercano al actual. Vivía en las cercanías un joven agraciado, pero pobre, a quien lo llamaban Juan Soldado. El se enamoró de la hija única de un cacique riquísimo y muy ambicioso, quien se opuso a que su hija se casara con un pobre.

Sin embargo, los enamorados decidieron huir para casarse en una iglesia de La Serena. Así lo hicieron, pero en el momento en que el sacerdote bendecía el matrimonio, se produjo un gran alboroto, porque la gente decía que el cacique se aproximaba a la ciudad, amenazando destruirla y después matar a los enamorados.

Nadie sabe lo que pasó, pero en el momento que el cacique con sus guerreros pisó los suburbios, la ciudad se desvaneció. Recorrieron el campo donde estaba situada, pero no la encontraron aunque la estaban pisando.

En ciertas noches, singularmente los sábados, los que pasan cerca del sitio en que estuvo edificada la ciudad oyen música y canciones, y el Viernes Santo la ciudad se hace visible a los que la contemplan desde lejos, pero luego se borra poco a poco.

Creo que algo debo tener de Juan Soldado, pues se me ha desaparecido mi querida ciudad y soy tan pobre como ese Juan de la leyenda, también mi corazón es grande y llevo dentro de él a todos mis amores… puedo sentir la música de un vals y también puedo sentir la dulce sonrisa de Teresita… ¿Ella se acordará de mí?

Consigue la novela: Juvenal, cuando el gallo no canta



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