jueves, 13 de agosto de 2009

LA ISLA DEL TESORO


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Érase una vez una lejana y paradisíaca isla, en medio de un pacífico e interminable mar, donde el tiempo parecía no transcurrir como si estuviese detenido en un imperecedero presente en el cual no había nada que cambiaba, o más bien, lo que cambiaba volvía pronto a ser igual.

Habitaban en la isla 3 pequeñas comunidades separadas entre sí, sin que hubiese habido oportunidad de que se encontraran, estaban completamente desconectadas y cada una ignorante de la existencia de las otras. Cada cual vivía placidamente y cubrían sus necesidades de alimento y vestido mediante la caza, pesca y recolección de frutos silvestres.

Eran a su modo muy felices, completamente insertados en la naturaleza virgen de su entorno. No tenían calendario, ni semanas, ni meses, simplemente conocían el día y la noche y en función de esta percepción discurría su vida, en el día realizaban diversas actividades y en la noche descansaban.

Por este motivo le rendían culto al sol, pues asumían la importancia de su presencia para sostener su vida. Les invadía un gran temor la posibilidad que un día el sol no apareciera por el horizonte con la regularidad de siempre, que surgiera más lento o más rápido, o sencillamente que un día no amaneciera, lo cual hubiese sido completamente un caos. De modo que el Dios Sol merecía un gran respeto y la leal adoración para no despertar su desprecio ni su venganza.

No solamente durante el día mantenía el sol la directa vigilancia de la comunidad y del resto de la naturaleza, sino también durante la noche, pues a pesar de que el cielo se cubría con un manto de oscuridad, siempre habían unos pequeños huequitos, que algunos llamaban estrellas, por donde el sol seguía observando los acontecimientos de la noche.

Un día ocurrió de manera inesperada que se encontraron varios miembros de las diferentes comunidades. Se quedaron paralizados mirándose unos a otros, primero con desconfianza y después con curiosidad, era un hecho demasiado extraordinario que existieran otros seres semejantes con un cuerpo parecido al propio y equilibrados nada más que en los dos pies. Les invadió un profundo sentimiento de que ya no estaban solos.

Se abrazaron y comenzaron a saltar tomados de la mano, mientras gritaban todos alborotados. Para celebrar el encuentro decidieron construir un gran monolito de granito como símbolo de la hermandad entre los pueblos y lo pusieron en el cruce de los senderos que construyeron para unir sus pueblos.

Comenzaron entre ellos a intercambiar diferentes productos y con el tiempo cada comunidad se especializó en determinada actividad productiva. Los que vivían a la orilla del mar se volvieron pescadores, los que vivían en el bosque se dedicaron a recolectar frutos silvestres y raíces, y los de la montaña a la caza. Entre sí intercambiaban sus productos.

La especialización permitió mas eficiencia en los resultados del esfuerzo humano, la producción aumentó y colectivamente obtuvieron más alimentos y más vestimentas. La población aumentó con altas tasas de crecimiento y en una década prácticamente se duplicó.

Naturalmente que las variaciones del clima hacían que fluctuaran los niveles de producción, ocurría que en sequía había menos recolección de frutas, en época de marejadas había menos pescado, en invierno había menos caza. Entonces los términos de trueque variaban según la oferta y demanda, así entonces con este mecanismo se lograba un punto de equilibrio dinámico, por ejemplo: 1 pescado valía 6 manzanas o un conejo, 1 venado valía 10 conejos, etc.

Las innovaciones y la tecnología trajeron más desarrollo, aprendieron a hacer frutos secos, pescado salado y carne seca. Mas tarde los cazadores lograron domesticar animales y desarrollaron la crianza de vacas, ovejas, cerdos, gallinas, etc.; los recolectores dominaron la agricultura de cereales, hortalizas, frutas, etc.; y los pescadores diversificaron la producción del mar y desarrollaron explotaciones en lagunas de camarón, langostinos, truchas, salmón, etc.

Las comunidades duplicaron sus índices de crecimiento poblacional, mientras más producción más población, y con una mayor población hay mayor demanda. La mayor demanda produce competencia entre los diferentes productores que buscan captar las preferencias de los consumidores. Esta dinámica estimula la eficiencia, productividad e innovación, y evita la especulación.

Un día se descubrió casualmente petróleo en la isla, el cual emergió como un gran chorro negro de las mismas entrañas de la tierra y produjo una lluvia aceitosa sobre la isla, lo que provocó mucho espanto en la población. Se tapó el pozo con una plataforma y se puso un grifo para desahogar la presión.

No se sabe cómo ocurrió, pero unos lejanos habitantes de unas islas vecinas se enteraron de este acontecimiento y rápidamente expresaron su interés en adquirir el petróleo, por el cual estaban dispuestos a pagar muchos peces, frutas, animales de caza, y otros bienes y servicios.

Entonces se organizó la población de la isla para establecer un gobierno central a fin de que administrara ese extraño producto que algunos llamaban oro negro. Se llenaban barriles desde el grifo del pozo petrolero y se intercambiaban por otros productos a los insaciables extranjeros que hacían colas para llevarse los barriles. Los productos que se obtenían por el trueque se distribuían entre la población.

Al gobernante y a sus funcionarios se les permitían ciertos privilegios debido a lo que se consideraba una delicada labor de administración que llevaban a cabo. Ellos recibían las más exquisitas carnes, los mejores licores, los mejores cambures. Los envidiosos comenzaron a decir “yo quiero ese cambur”.

La creciente producción de petróleo hizo que se dedicara menos atención a la producción de alimentos en la isla, hasta que un día nadie produjo nada, era más fácil obtener la comida de los compradores de petróleo. Los gustos alimenticios cambiaron, ya no se comían los mangos, ni plátanos, ni sardinas, ni harina de maíz, se prefería consumir salmón canadiense, truchas escandinavas, queso francés, carne argentina, trigo español, naranjas de California, uvas de Chile, champaña de Francia, etc.

A la población se le olvidaron las técnicas de producción de alimentos y abandonaron la vida del campo, todos vivían de los productos que se obtenían con la venta del petróleo y simplemente se dedicaban al ocio, como la contemplación de la naturaleza, la meditación bizantina, el juego de dominó, beber cerveza, jugar al ula-ula, hacer malabarismos, en fin, actividades para matar el tiempo.

Sin embargo, la población comenzó a aburrirse y empezó a reclamar contra el gobierno por sus supuestas malas políticas. Entonces cambiaron al gobierno, el cual organizó diversos trabajos para mantener ocupada a la población y se desplegó una intensa propaganda para demostrar la eficiencia de las nuevas políticas gubernamentales y justificar los mayores privilegios de los funcionarios en el poder.

El gobierno organizó unas cuadrillas de trabajadores para ensuciar las calles, mientras más atrás venían otras cuadrillas dedicadas a limpiar. Es curioso que siempre las primeras eran más eficientes que las otras dedicadas a limpiar, probablemente era un asunto de complejidad de las tareas asignadas.

También el gobierno creó un grupo de fiscales del sol, a quien ya no se le tenía el respeto de los aborígenes que lo adoraban como su Dios, y más bien se consideraba que era su obligación salir puntualmente todos los días. Estos fiscales anunciaban a viva voz a la población cuando salía el sol en el amanecer y cuando se escondía en el atardecer, para que la gente no se tuviera que molestar para asomarse por una ventana.

Eventualmente los fiscales cumplían labores de orden y seguridad, aunque algunos les tenían mucha desconfianza, ya que consideraban que estaban vinculados con una reciente delincuencia en la población. La corrupción invadió soterradamente la sociedad.

El gobierno central comenzó a importar artículos de lujo como perfumes, whisky, champaña, vinos franceses, cigarrillos, habanos, i-pod, Cd de MP3, blackberry, GPS, etc. Se importó de todo con el petróleo que se producía cada vez en mayores cantidades. Se abandonaron las alpargatas, los chinchorros, las cachapas, el cazabe, la arepa, la hallaca, el queso guayanés, etc., y se sustituían por nuevos productos importados.

Pero ocurrió un día que el grifo de petróleo soltó una gota negra de petróleo y no fluyó más nada. Toda la población se arrodilló en torno al pozo con agudos síntomas de desespero y angustia lloraron, rezaron, rogaron, imploraron para que volviese a fluir el petróleo, pero nada, ni una sola gota más.

Se inició una terrible hambruna. Cuando quisieron buscar alimentos se dieron cuenta que ya no se podía pescar, pues el mar estaba contaminado con derrames de petróleo, tampoco había caza pues la contaminación de los ríos y la deforestación había prácticamente extinguido los animales de caza. Sólo quedaba la opción de recolectar frutas silvestres y raíces en lo que quedaba de bosque lejos de la ciudad.

Se subieron a los árboles para tomar los frutos silvestres y al pasar el tiempo se volvieron más hábiles para moverse arriba de los árboles. Les creció una cola y el pelaje, además era suficiente entenderse a gritos, entonces olvidaron hablar.

Varios años después llegó un grupo de exploradores y se sorprendieron al ver una nueve especie de homínido, lo llamaron homo bananus, ya que cuando se les ofrecía un banano o cambur, se descontrolaban y se volvían muy agresivos entre sí para conseguirlo. Los investigadores llegaron a la conclusión que esta especie era el eslabón perdido que demostraba la teoría evolutiva de Charles Darwin.

Eso sí, los investigadores quedaron muy extrañados cuando encontraron un gran monolito de granito con una inscripción grabada, ya casi ilegible, que decía: ¡Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos! ¡Con el socialismo del siglo XXI construimos el hombre nuevo!

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