Son espeluznantes las fotos de un manojo de gatos muertos, agarrados por la cola, que resultan de una aparente diabólica actividad deportiva que practica un pobre desdichado con sus amigos y supuestamente con su propio hermano Leopoldo, a quien indudablemente se pretende desprestigiar políticamente con tan gatuna maniobra a través de un spam que circula en Internet.
Como si no fuesen suficientes los 7 años de mala suerte que le toca por cada felino muerto, para más años que la propia vida del pervertido, se busca despertar el odio de solteronas que identifican a aquellos animalitos como sus compañías de sus trágicas soledades y reprimidas ansias sin satisfacer.
No cabe duda que se pretende personalizar en López la extrema maldad, para descargar contra él contenidas frustraciones en determinada dirección política, como si matar gatos fuese una práctica de cierta ideología política, o un atentado contra los principios de la doctrina de Simón Bolívar a que hace referencia el Artículo 1 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Matar cristianos fue política de los primeros siglos de nuestra era durante el Imperio Romano, matar moros fue la práctica común de la España que expulsó a los árabes de la Península Ibérica en el siglo XV y que hizo que algunos tomaran orgullosamente el apellido Matamoros, matar judíos fue la práctica generalizada del gobierno de Hitler en la Alemania nazi. Pero matar gatos: ¿Qué es eso?
Si en vez de gatos fuesen conejos, entonces exclamaríamos: ¡Que afortunado cazador! O quizás, si en vez de gatos fuesen pollos, de los cuales consumimos por millones en el país, y nadie supone que antes de comerlos ellos se suicidaron por voluntad propia, entonces pensaríamos: ¡Dichoso comprador que viene de Mercal!
Todo es relativo, salvo la aviesa intención de confundir los sentimientos y emociones para enceguecer con engañosos eufemismos, aprovechándose del hecho que aquí no comemos gatos… bueno, al menos por ahora. Sin embargo, en China sí se los comen en exquisitos platos que saben valorar sus más de mil quinientos millones de habitantes, y frente a una foto de una persona con un manojo de gatos pensarían simplemente que es un cocinero.
Si se quisiera hablar de maldad, hay otros casos que son verdaderamente dramáticos en la historia y nos deben dejar una enseñanza para no repetir los errores del pasado. Por ejemplo, quien no recuerda al emperador romano Nerón, que en uno de sus ataques de locura incendió Roma en el año 64, para que el siniestro le sirviera de inspiración en sus ínfulas de actor y poeta, mientras desde lo alto de la Torre de Mecenas, en la cumbre del Palatino, cantaba versos tañendo su lira.
Esta situación se parece a las manifestaciones populares del 11 de Abril de 2002, cuando se volcó la población al centro de la ciudad contra un gobierno que lo rechazaba con absoluta convicción, mientras se imponía una cadena nacional de radio y televisión a fin de que la noticia no fuese conocida… aquella vez había un Nerón, había un incendio en la ciudad y sólo faltó la lira.
Si se quisiera hablar de maldad, también podemos recordar la infausta historia reciente de nazismo en la Alemania donde se persiguió a gente de una raza, porque no tenían los ojos azules ni el pelo rubio. Fueron 6 millones de judíos que perdieron la vida, porque el régimen pensaba que ellos no tenían derechos, que eran malos y que ni siquiera merecían una bala para asesinarlos, murieron en cámaras de gas exterminados como insectos.
¡Fue Hitler! Exclaman los alemanes para salvar su conciencia. No, fueron todos que con su silencio cómplice dejaron que aquello ocurriera, llevados por el resentimiento y la indiferencia al sufrimiento ajeno, ocupados en sus egoístas intereses particulares. No es conmigo, pensaron.
Sí, no es conmigo, muchos piensan así cuando se observa la delincuencia criminal desatada en el país: ¡son 15.000 muertes violentas al año! Y la Defensora del Pueblo dice que no hay delincuencia, que es sólo una sensación de inseguridad por culpa los medios de comunicación. O sea, se quitan los medios y se resuelve el problema… claro, como el tipo que sorprendió a su mujer haciendo el amor con el vecino en su sofá favorito, entonces quitó el sofá.
No sólo se trata de muertes violentas, también están los secuestros, los robos, hurtos, asaltos, etc. Es un problema estructural que nace de la injusticia social, dicen las autoridades. ¿Entonces la triplicación de los asesinatos en este último decenio, respecto del anterior, significa que la injusticia social se ha triplicado? ¿Quién es responsable de esta injusticia criminal, por acción u omisión?
Esto verdaderamente sí es conmigo: ¡Viva la vida! ¡Mueran los gatos!
Como si no fuesen suficientes los 7 años de mala suerte que le toca por cada felino muerto, para más años que la propia vida del pervertido, se busca despertar el odio de solteronas que identifican a aquellos animalitos como sus compañías de sus trágicas soledades y reprimidas ansias sin satisfacer.
No cabe duda que se pretende personalizar en López la extrema maldad, para descargar contra él contenidas frustraciones en determinada dirección política, como si matar gatos fuese una práctica de cierta ideología política, o un atentado contra los principios de la doctrina de Simón Bolívar a que hace referencia el Artículo 1 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Matar cristianos fue política de los primeros siglos de nuestra era durante el Imperio Romano, matar moros fue la práctica común de la España que expulsó a los árabes de la Península Ibérica en el siglo XV y que hizo que algunos tomaran orgullosamente el apellido Matamoros, matar judíos fue la práctica generalizada del gobierno de Hitler en la Alemania nazi. Pero matar gatos: ¿Qué es eso?
Si en vez de gatos fuesen conejos, entonces exclamaríamos: ¡Que afortunado cazador! O quizás, si en vez de gatos fuesen pollos, de los cuales consumimos por millones en el país, y nadie supone que antes de comerlos ellos se suicidaron por voluntad propia, entonces pensaríamos: ¡Dichoso comprador que viene de Mercal!
Todo es relativo, salvo la aviesa intención de confundir los sentimientos y emociones para enceguecer con engañosos eufemismos, aprovechándose del hecho que aquí no comemos gatos… bueno, al menos por ahora. Sin embargo, en China sí se los comen en exquisitos platos que saben valorar sus más de mil quinientos millones de habitantes, y frente a una foto de una persona con un manojo de gatos pensarían simplemente que es un cocinero.
Si se quisiera hablar de maldad, hay otros casos que son verdaderamente dramáticos en la historia y nos deben dejar una enseñanza para no repetir los errores del pasado. Por ejemplo, quien no recuerda al emperador romano Nerón, que en uno de sus ataques de locura incendió Roma en el año 64, para que el siniestro le sirviera de inspiración en sus ínfulas de actor y poeta, mientras desde lo alto de la Torre de Mecenas, en la cumbre del Palatino, cantaba versos tañendo su lira.
Esta situación se parece a las manifestaciones populares del 11 de Abril de 2002, cuando se volcó la población al centro de la ciudad contra un gobierno que lo rechazaba con absoluta convicción, mientras se imponía una cadena nacional de radio y televisión a fin de que la noticia no fuese conocida… aquella vez había un Nerón, había un incendio en la ciudad y sólo faltó la lira.
Si se quisiera hablar de maldad, también podemos recordar la infausta historia reciente de nazismo en la Alemania donde se persiguió a gente de una raza, porque no tenían los ojos azules ni el pelo rubio. Fueron 6 millones de judíos que perdieron la vida, porque el régimen pensaba que ellos no tenían derechos, que eran malos y que ni siquiera merecían una bala para asesinarlos, murieron en cámaras de gas exterminados como insectos.
¡Fue Hitler! Exclaman los alemanes para salvar su conciencia. No, fueron todos que con su silencio cómplice dejaron que aquello ocurriera, llevados por el resentimiento y la indiferencia al sufrimiento ajeno, ocupados en sus egoístas intereses particulares. No es conmigo, pensaron.
Sí, no es conmigo, muchos piensan así cuando se observa la delincuencia criminal desatada en el país: ¡son 15.000 muertes violentas al año! Y la Defensora del Pueblo dice que no hay delincuencia, que es sólo una sensación de inseguridad por culpa los medios de comunicación. O sea, se quitan los medios y se resuelve el problema… claro, como el tipo que sorprendió a su mujer haciendo el amor con el vecino en su sofá favorito, entonces quitó el sofá.
No sólo se trata de muertes violentas, también están los secuestros, los robos, hurtos, asaltos, etc. Es un problema estructural que nace de la injusticia social, dicen las autoridades. ¿Entonces la triplicación de los asesinatos en este último decenio, respecto del anterior, significa que la injusticia social se ha triplicado? ¿Quién es responsable de esta injusticia criminal, por acción u omisión?
Esto verdaderamente sí es conmigo: ¡Viva la vida! ¡Mueran los gatos!
que atrozidad matad gatos
ResponderEliminarmejor matad a sus madres