Cavillationis
(Recopilación)
Alex Villanueva A.
Caracas, Octubre 2016.
Feliz cumple
Excelentísimo amigo Ramón, veo que estás de cumpleaños.
Supongo que ya son bastantes los años que tienes, pues si te dejaras bigotes y
barba sería blanca, tus hijas ya tienen más altura que tú y seguramente no se
refieren a ti como “mi papito”, sino dirán “mi viejo”. ¿Cuántos años tienes? Se
cuenta que así mismo le preguntaron un día a Galileo Galilei, quien respondió:
- Ocho o diez – habría respondido con evidente desconcierto
para el interlocutor que miraba su larga barba blanca y un rostro curtido por
muchos años de vida.
- Le explico – Galileo siguió hablando – así como las monedas
que ya gasté ahora no las tengo y por tal razón en este momento no cuentan, de
la misma manera los años que he vivido no cuentan y los que tengo son los que
me restan por vivir.
En realidad el tiempo de vida es más importante que unas
monedas. Con unas monedas compramos un helado o un caramelo, pero la vida es
muchísimo más que un caramelo o un helado y si no la disfrutamos sentimos que
el tiempo se nos va como arena entre los dedos, el tiempo pasa demasiado
rápido.
¿El tiempo pasa demasiado rápido? Pues sí, es la sensación
que la agitada vida de la modernidad nos hace percibir, aunque más bien somos
nosotros los que pasamos por el tiempo y podemos caminar más lento para
apreciar las cosas sencillas de la vida y hacerla más placentera.
Feliz cumpleaños, amigo Ramón, y saludos a la familia.
Caracas, Octubre 19 de 2016.
AFP en Chile
Que interesante la discusión que se está dando en Chile sobre las
Administradoras de Fondos de Pensiones, AFP, instituciones privadas encargadas
de manejar los ahorros de los trabajadores para sus futuras pensiones de vejez
e invalidez, creadas en el año 1980 durante la dictadura militar de Augusto
Pinochet.
¿Qué son estas Aefepe? Es un sistema previsional
de capitalización individual que sustituyó el antiguo sistema de reparto de las
cajas de previsión, para todos los trabajadores, excepto para Las Fuerzas
Armadas y Carabineros que tienen mejores pensiones que los demás.
Estas administradoras son sociedades anónimas que
actúan como fondos de inversión y han sido un importante instrumento de apoyo
al desarrollo económico capitalista del país. En este fondo cada trabajador
tiene una cuenta individual única de ahorro para su vejez, en las que se
deposita de manera obligatoria al menos el 10%
de su salario. Este dinero tiene un rendimiento financiero según sea la
eficiencia de los negocios de la AFP a que esté suscrito.
Si las AFP logran buena rentabilidad los ahorros
individuales crecerán, pero también está el riego de perder. Son las reglas del
mercado. Naturalmente que si la economía del país sufre, si la economía global
entra en crisis, entonces las AFP aumentarán su riesgo de baja rentabilidad o
de pérdidas. Naturalmente que la administradora misma y su alta gerencia nunca
pierden, siempre ellos sacarán su tajada.
Se dice que las sociedades se deben evaluar según
sea como traten a sus viejos. Recuérdese que un viejo con dinero será siempre
para alguna muchacha un viejo interesante, pero un viejo sin plata no es más
que un viejo de mierda.
En Chile cada perro mata sus pulgas. Cada cual es
responsable individual de su futuro, llevado al extremo del liberalismo sin
solidaridad alguna. Esto me recuerda el relato de un antiguo libro, El país de
las sombras largas de Hans Ruesh, del viejo esquimal que ya es demasiado viejo
para seguir luchando por la subsistencia con su familia, entonces toma el
trineo y se aleja del iglú de su gente, se aleja para dejarse llevar por la
muerte porque sabe que ya no es útil para los demás.
Vamos viendo cómo se expresa esto en números
sencillos. Si una persona ahorra el 10% de su salario mensual consigue un monto
equivalente a 1,20 salarios anuales, esto es, en 30 años obtiene 36 salarios.
Ahora, si consideramos un rendimiento de 4 % (interés menos inflación) el monto
final será 67,30 salarios (que en realidad, como el salario no es fijo a lo
largo de su vida, lo podemos considerar salarios promedios, digamos 800 dólares
mensuales promedio).
Si este trabajador recibiera una renta de plazo
indefinido de 4% de su capital, daría una mensualidad de 0,22 salarios (es
decir, 800*0,2243= US$ 180). Ahora si se reparte sus ahorros en mensualidades a
lo largo de 30 años da una mensualidad de 0,3243 salarios (es decir, 800*0,3243=
US$ 260). ¡Que miseria! Y ese ñato se sacó la mierda durante toda la vida.
Estas son simples aplicaciones de la aritmética
financiera. En realidad el cálculo es más sencillo, supongamos el mismo
horizonte de una tasa de interés de 4%, pero veamos para cuánto tiempo le cubre
una serie de pagos uniformes de pensión de vejez equivalentes a la mensualidad
promedio de su vida. Esto resulta casi 7 años. Entonces es muy sencillo,
después de 5 años hay que hacer como el viejo esquimal, cavar su propia tumba,
para no molestar a nadie por ese asunto de la responsabilidad individual, y
alejarse de este mundo.
Quizás en un plano humanista, y tomando en cuenta
el inmenso progreso de la civilización, podría existir un sistema previsional
de solidaridad, esto es, que los jóvenes coticen para pagar la pensión de los
viejos. Esto sería una solidaridad intergeneracional. Pero me sospecho que los
jóvenes no van a querer aportar mucho, entonces, antes que dar una miseria de
pensión a los viejos, ofrezcámosles a estos una vida, por ejemplo, de 10 años
más, eso sí, con el compromiso de que después se mueran.
A la conclusión que he llegado es que el problema
de estos sistemas en todo el mundo, han entrado en crisis debido a que los
viejos no se quieren morir. Realmente esta es una falta de responsabilidad muy
grande, definitivamente hay que morirse oportunamente y sin abusar.
Caracas, Agosto 08 de 2016
La convivencia
Quien
no se identifica con la ideología de determinado régimen político es execrado,
lo llaman rebelde, ignorante, hereje, infiel, revisionista, opositor,
inconformista, delincuente, antipatriota, comunista, burgués, momio, escuálido,
hijo’e puta, etc., dependiendo naturalmente del sistema socio-político
imperante. En el capitalismo la represión tiene la sutileza que impone el
liberalismo, en el sentido de que se presume que la libertad es un valor
importante, de modo que es necesario guardar las apariencias, en tanto que en
el socialismo la represión es abierta en nombre de la dictadura del
proletariado a fin de defender los intereses de la revolución.
Es
interesante este fenómeno, pues es el resultado de la intolerancia debida a
quienes en el poder se consideran poseedores de la verdad y sienten el derecho
a imponer a trocha y mocha sus criterios y sus valores a los demás. No hay
nadie más peligroso en el poder que alguien convencido que su verdad es la
única legítima, es como un mono suelto con una hojilla de afeitar. Louis
Althusser diría que es la hegemonía ideológica del aparato del Estado.
La
sicología ha identificado que los individuos - y las individuas, diría Maduro -
que suponen poseer la verdad sienten que tienen el derecho a imponerla a los
demás. Simplemente veamos como conversamos, generalmente pocos están pendientes
de lo que dice el interlocutor, más bien están pendientes de argumentar para
hacer prevalecer su criterio, unos más otros menos.
A
Kant le debemos entender que el conocimiento de la realidad externa pasa por el
procesamiento en la mente humana y de algún modo alteramos lo que se percibe,
de modo que apenas tenemos una apreciación aproximada de tal realidad y cada
cual lo hace con las particularidades de su mente. Como diría Platón, solamente
percibimos las sombras de la realidad y nunca la real realidad.
Entonces
formulamos modelos para explicarnos cómo funcionan las cosas, pero estos
modelos no son la realidad, sino sólo son interpretaciones simplificadas de
ella. Vivimos en un mundo de interpretaciones y cada quien tiene las suyas de
acuerdo a sus propias experiencias y su estructura hereditaria, según sus
propios circuitos neuronales.
Así,
por ejemplo, para algunos un rápido destello de luz puede entenderlo como un
meteorito, otros dirán que es un Ovni, otros una estrella fugaz, o un destello
de la ciudad, o imaginación de la mente, y quizás no es ninguna de esas cosas.
De modo similar cuando veo un avión en el aire observo claramente que se mueve,
pero si estoy en el avión siento que el paisaje es el que se mueve, es decir,
todo es relativo y depende de la referencia que tomemos. Precisamente, se trata
de que el hombre es la referencia, como decía Protágoras: el hombre es la
medida de todas las cosas.
En
este sentido, más complicado es cómo cada cual entiende el sentido de la vida.
Aquí hay un menú de infinito de opciones para todos los gustos y cada cual,
consiente o no, define el propósito de su vida, aunque generalmente cuando se
está al borde de la muerte vienen los arrepentimientos y las ansias de un
visado para el cielo. Si yo fuera Dios, no doy la visa. Viejo, es toda la vida,
no un instante de arrepentimiento.
Entonces
si cada cual tiene una interpretación propia de la realidad - algunos la ven
negra, otros de tonalidad gris, seguro que otros de colores y cada quien le
pone sus propios matices - estamos en un grave problema de convivencia. Cuando
alguien se relaciona con otra persona que ve las cosas más o menos de manera
similar, entonces se siente relativamente cómoda, pero si no es así y piensa de
otra manera, muchas veces provoca destriparla o mandarla adonde su abuela.
¡Vaya,
qué complicado! Es un milagro que los miembros de una familia se mantengan
relativamente juntos, o que las grandes empresas puedan funcionar con cierta coherencia,
o que un país mantenga cierta unidad nacional. Esto no quita naturalmente que
surjan conflictos internos, incluso al punto que a veces terminan en una
implosión del grupo como ocurrió en Checoeslovaquia o está ocurriendo en
España.
¿Dónde
está la clave? Creo que la convivencia en cada grupo es debido a que sienten
que tienen fines comunes, junto con una tolerancia basada en el respeto, lo
cual aglutina el grupo y permite que los miembros se entiendan a pesar de sus
diferencias. Tan pronto se pierde el respeto se producen los conflictos que
agrietan las relaciones hasta incluso romperse la coexistencia pacífica.
El
respeto es nuestra única esperanza de convivencia, caso contrario vamos camino
a destruirnos entre todos. Entonces necesitamos un objetivo común y tolerar
nuestras diferencias individuales y grupales, lo que no es sencillo, pues cada
uno tiene su propia visión religiosa, política, cultural, etc. Sin embargo,
podríamos estar de acuerdo en que la vida es un valor común para todos, excepto
para los suicidas. Si no hay vida, no hay nada.
Precisamente
ahora que está planteado que el primer problema actual de la humanidad es la
sobrevivencia de la especie, pues nosotros mismos estamos destruyendo el
planeta y no tenemos otro de repuesto, es la oportunidad de promover una
convivencia mundial más armónica en base a la toma de consciencia de este
asunto. Este problema está más allá del enfrentamiento entre socialismo y
capitalismo, entre grupos étnicos, entre cristianos y musulmanes, entre budistas
e hindúes, entre jóvenes y viejos, etc.
Este
objetivo común de luchar por la sobrevivencia de la humanidad nos puede
permitir establecer la convivencia con base a la ética del respeto mutuo y
quizás logremos tener éxito, tal vez podríamos superar a los dinosaurios que
lograron vivir 200 millones de años. Y si no es así, al menos dejemos a las
cucarachas para que nos sobrevivan y hagan su propia historia después que
nosotros hayamos desaparecido… de hecho, ya hay unos cuantos con mente de
cucarachas.
Caracas, Noviembre 10 de 2015.
Motivación de poder
Hoy me preguntaban qué había
hecho durante el día. Respondí que me había dedicado a pensar, lo que me parece
que es lo más natural del mundo, pues somos animales superiores que podemos
volver la mirada hacia el interior y examinar nuestras percepciones.
Claro, hay personas que
consideran raro que alguien se dedique a pensar, les parece sinónimo de ocio,
flojera, vagabundería, como perder el tiempo sin aprovecharlo para hacer algo
útil, ¿útil para quién? Más bien muchas personas hacen todo lo posible para
dejar de pensar, se circunscriben a hacer cosas que le impidan pensar, ponen el
cerebro en piloto automático y listo: una vida feliz.
En cualquier caso estuve
pensando en mi hijo, al que no quiero identificar para no afectar su
sensibilidad. Mi hijo tiene unas ansias exageradas de poder, lo que David
McClelland denomina “necesidad de poder” como elemento de motivación relevante:
motivación de poder. Es la motivación para conseguir autoridad, capacidad para
influir sobre los demás y sobre determinadas situaciones, alcanzar estatus
social, prestigio, admiración, dominación y asociada con la ambición de tener
mucho dinero.
No me parece que esto sea
bueno o malo. Eso depende del para qué, ya que si es para ayudar a que los
demás consigan la satisfacción de sus logros resulta esta motivación
extraordinariamente generosa y moralmente muy buena, pero si es para aplastar a
los demás como unas cucarachas y erigirse como supremo poder arbitrario que
subyugue a otros no se ve nada bueno, por lo menos nada bueno para los demás.
Esto me recuerda grandes
líderes en la historia que ejercieron en su momento una extraordinaria
influencia. Tenemos el caso de Adolfo Hitler, que los accidentes de la historia
lo llevaron a ejercer un tremendo poder y condujo a la humanidad a una
conflagración mundial con más de 60 millones de muertos. Desató las acciones
más bárbaras de la guerra, allí se puso al descubierto lo más infame de la
condición humana. Se persiguió y asesinó a judíos, gitanos, maricas, tontos,
locos, etc., y se invadió a otros territorios para lograr el espacio vital para
una raza aria supuestamente superior.
En la guerra los adversarios
tampoco lo hicieron mal, me refiero a los aliados, pues bombardearon ciudades
alemanas completas para hacer desaparecer a todos sus habitantes: mujeres,
niños, ancianos, perros, gatos. ¿Y qué decir de Nagasaki e Hiroshima en Japón?,
todavía quedan los efectos de la radiación diseminada sobre simples ciudadanos.
La motivación de poder no se ve nada bueno en este caso donde un hombre
manipuló para ser visto como un salvador de Alemania, el Gran Reich.
Pero un caso diferente es el
de Mahatma Gandhi, el líder pacifista de la independencia de India, que
combatió con la fortaleza de su espíritu, la resistencia no violenta, la
desobediencia civil, el amor por los demás. Nadie puede negar la importancia de
su aporte histórico, pero quiero destacar al amor por los demás,
particularmente por las jovencitas que dormían desnudas con él para probar su
autocontrol como célibe: ¡Vaya proeza!
Según Gandhi, sus
experimentos sexuales de dormir con diferentes muchachas desnudas le ayudaban a
contemplar la unidad entre hinduistas y musulmanes en la India, y decía que él
era como una madre para ellas. ¡Eureka!, yo quiero unir a toda la humanidad:
¡muchachas venid a mí para dormir juntos desnudos y probar mi pureza!, yo
quiero ser como Gandhi.
Hijo mío, no está mal tu
ambición de poder, lo importante es seguir los dictados de la conciencia y no
hacer aquello de lo cual nos podamos arrepentir o nos cause sentido de
culpabilidad después. Ahora, ¿qué es la conciencia? Déjame pensar, no es
sencillo, esto lo dejamos para otra reflexión.
Caracas, Septiembre 22 de
2014
El sentido
de la vida
No
me cabe duda que soy una persona que vivo adelantado a mi época. Debí nacer en
un futuro donde la humanidad será atendida por robots que harán todo el trabajo
para cubrir nuestras necesidades primarias y las personas se dedicarán al ocio,
no al ocio en el sentido de vagabundería, sino me refiero en relación a
actividades opuestas al negocio (no-ocio, el sucio trabajo a que nos obliga el
pecado original). Dedicarse al ocio lo digo en el sentido de consagrarse a
elevar el espíritu, esto es, vivir de regreso en el Paraíso bíblico.
Precisamente
a eso me dedico, a cultivar mi espíritu, pero como todavía no hay robots que me
mantengan, mientras tanto lo hace Inés que hasta ahora lo hace nada mal, si
bien de vez en cuando se descarrila un poco. El trabajo casi siempre lo
disfruté a lo largo de mi vida, especialmente disfruté el sentimiento de logro,
el dinero era una consecuencia y no una meta en sí misma, pero cuando el
trabajo no tiene propósitos precisos pierde todo atractivo y se vuelve una
pesada y fastidiosa obligación, no tiene sentido. En cualquier caso, es más
sabroso dedicarse a la vida libre… hasta donde se pueda.
Siempre
he intentado buscar el sentido de las cosas y, una de las interrogantes
cruciales para mí, cuando muy joven me pregunté sobre el sentido de la vida,
tema muy complicado y nada fácil de responder, pero vivimos y no podemos evadir
la pregunta. Es un asunto de fe, me comentaron algunos, entonces me arrodillé,
abrí los brazos y esperé largo rato la revelación divina que resolviera mis
preguntas, tenía la mejor voluntad de creer el mensaje que me diera luz, pero
nada me llegó ni nadie me respondió, supongo que el Espíritu Santo estaba
ocupado en otras cosas más importantes que atender a un desventurado muchacho.
Lo
curioso de este asunto es que fue un curita filósofo, de la congregación
jesuita, quien me estimuló a descubrir diferentes corrientes del pensamiento
moderno. Descubrí el existencialismo y, más tarde, el marxismo. Me encontré con
Kierkegaard, Dostoievski, Heidegger, Sartre, Camus, después con Freud, Marx,
Engels, etc., viejos amigos de mis aventuras de asiduo lector.
En
mis tiempos juveniles leí la novela “La Náusea”, de Jean Paul Sartre, que causó
un enorme impacto en mi alma sensible y desorientada. Quizás ahora ya no sea
tan sensible, pero sigo tan desorientado como antes. El personaje principal de
la novela iba reflexionado a lo largo de la trama y descubría lo absurdo de la
vida, la existencia sin sentido, hasta el punto de provocarle náusea la
angustia existencial.
La
novela desnuda la vida corriente de las personas que siguen una rutina,
desarrollan los quehaceres con monotonía y evitan sentir intensamente la propia
existencia. Eclipsan su propia existencia con las apariencias de éxitos y
superioridad social. La vida la llevan según esquemas predeterminados que
obedecen a los valores que impone la sociedad, la capitalista y la socialista.
En
definitiva, la novela muestra el lado lúgubre e insípido de la vida, pero es
una extraordinaria novela con un interesante relato que trasmite el pensamiento
filosófico sartreano. Tuvo una influencia determinante en mí. Naturalmente que
comencé a sentirme existencialista, me vestía como existencialista, mi corte de
pelo era de existencialista, caminaba como existencialista y, sobre todo, era
pobre como existencialista.
En
aquella época ingresé a la Universidad Técnica de La Serena como
existencialista, apenas tenía 16 años cuando empecé a estudiar ingeniería, y lo
hice después de lograr el mejor puntaje académico en las pruebas de ingreso
para aquella Universidad. Apenas lo noté, no era parte de mis preocupaciones,
por lo demás, yo era el tontito de la familia.
Quise
conocer más de esta filosofía y me conseguí el voluminoso libro “El ser y la
nada”, ensayo de ontología fenomenológica, obra fundamental de Sartre. Fue una
lectura heroica, lo leí cuidadosamente, pero fue muy poco lo que logré
entender, pues es un libro muy técnico escrito para filósofos. En realidad no
entendí nada, quizás por eso muchos años después en la playa le gritaba a mi
hijo: nada, nada…
En
todo caso, algo se me grabó, el hombre es libre, además, la existencia precede
a la esencia, como dice Sartre. Vaya, esto es más sencillo de entender. El
individuo nace como resultado de un acto ajeno a su voluntad, existe, pero
después llega a ser como él mismo se concibe, alcanza su esencia, así entonces
no es otra cosa que lo que él mismo se hace.
De
manera que ahora ya me entiendo, he llegado a ser como soy, porque soy como
soy. Está clarísimo ¿verdad?
Caracas,
Octubre 20 de 2014
Recuerdos
Tengo
una prima… bueno, en realidad tengo muchas primas, pero me refiero a una en
particular que me recordó mi época de hipnotizador. En verdad no es exactamente
lo que se llama una prima hermana, sino que ella es hija de una prima
propiamente tal, es decir, sería algo así como una sobrina-prima o, mirado de
otro punto de vista, habría que considerar que ella es nieta de una tía, o sea,
sería más bien una especie de nieta-prima. Caramba, esto de los parentesco es
muy complicado, el asunto es que ella es mi familiar por la línea de los Araya.
Ella
me recordó cuando me dediqué a experimentar con la hipnosis. Fue la época de mi
adolescencia cuando hacía poco tiempo que había fallecido mi padre, entonces en
la familia buscamos cobijo en la religión católica. Precisamente lo hicimos en
el momento en que llegó a la región un movimiento de misiones cristianas con
curitas renovadores que salieron de las telarañas de las iglesias para
acercarse directamente al pueblo.
Todas
las viejas beatas del sector donde vivía, mujeres piadosas y otras no tanto,
junto con unos pocos varones se reunían periódicamente en diferentes casas
familiares para practicar la religión, ya sea para estudiar la biblia, hacer
misas cantadas, actividades comunitarias, etc. En esas reuniones se compartía
el té, galletas y tortas que con mucho esmero hacían las dueñas de casa. Los
curitas jóvenes se dejaban querer y suspiraban para adentro para contener sus
impulsos naturales freudianos.
Entonces
los jóvenes de ese grupo decidimos crear un Centro Juvenil asistido por el
padre Rossi, un singular curita jesuita, de origen italiano, profesor de
filosofía del Seminario Conciliar que me inspiró la curiosidad para investigar
otros senderos del pensamiento.
Los
del Centro nos reuníamos en un salón del Colegio Santa Marta, ubicado en un
paraje solitario que se llegaba después de cruzar un área sin iluminación, lo
que antes se llamaba el arenal. En la noche sólo estaba la luz de la luna y las
estrellas, y algunas parejas que por alguna misteriosa razón buscaban la
oscuridad. Allí, en el salón prestado, hicimos una biblioteca con la
colaboración de los vecinos.
En
esa misma época llegó a la región un hipnotizador profesional que presentaba
exhibiciones para mostrar su dominio espectacular sobre voluntarios del público
que se dejaban hipnotizar. Era admirable la facilidad con que lograba sus
propósitos, además, se rodeo de un grupo de muchachos aprendices que lo
ayudaban en su función y ponían cara de encantadores de serpiente, con una
mirada fiera para supuestamente penetrar en la conciencia del público.
Por
supuesto que yo quedé muy impresionado y me hice el propósito de alcanzar tales
superpoderes de hipnotizador. Me compré un libro sobre hipnosis y listo, manos
a la obra. Practiqué un poco con la voz y me grabé varias expresiones sugestivas
para hacer dormir a mis conejillos de India.
Un
día, después de una reunión del Centro Juvenil en la noche, nos fuimos al
arenal y en medio de la penumbra de la noche les explique a los muchachos y las
muchachas sobre mis poderes mentales. Se ofrecieron varios voluntarios para
experimentar y comencé mi sesión de hipnosis, era mi primera vez. Un, dos,
tres… están profundamente dormidos, eran las palabras mágicas, entonces note
que habían algunos supuestamente dormidos y recordé la prueba de golpear suavemente
entre las cejas para ver algún gesto de pestañeo en caso de no estar dormidos
de verdad. Había uno que efectivamente estaba dormido, luego lo hice despertar
con delicadeza.
Este
experimento lo repetí muchas veces y cada vez era más fácil hacer dormir a mi
amigo voluntario y trasmitirle diversas sugestiones, por ejemplo, quemarlo con
un cigarrillo y que no sintiese dolor. Naturalmente que la noticia se filtró y
se difundió rápidamente en la tribu la idea de que realizábamos prácticas
diabólicas. Alarmada mi mamá me pidió explicaciones y le dije que no era nada
malo, que podía hacer una sesión en casa para que viera que no había nada
extraño.
De
hecho, no reunimos un grupo en casa junto con mi familia y yo ceremoniosamente
puse actitud de hipnotizador, con los brazos arqueados y los dedos de la mano
tensos apuntando hacia delante. Como no estaba mi amigo a quien siempre
hipnotizaba fácilmente tenía esta vez a otro muchacho que por primera vez se
ofreció como voluntario.
Después
de muchos intentos finalmente logré hacerlo dormir, pero inmediatamente comenzó
a temblar y la respiración cada vez era más agitada. Me asusté y traté de
despertarlo. Tranquilo… tranquilo… a la cuenta de tres despierta… uno, dos y
tres. Pero esta vez las palabras mágicas no resultaron. Entonces lo zarandee,
le di bofetadas... y nada. A la media hora despertó sólo, todo desorientado y
con cara de asustado. Nos explicó luego que él era enfermo del corazón.
Esa
fue la última vez que hipnoticé a alguien… nunca más volví a ser hipnotizador y
abandoné mis ilusiones de adquirir superpoderes para dominar el mundo. Antes
que pretender dominar la conciencia de otros es más importante conocer la
propia. Después, por la influencia del padre Rossi, descubrí el existencialismo
de Jean Paul Sartre y me identifique con el protagonista de la novela “La
Nausea”, Antoine Roquentin, un hombre reflexivo y solitario que siente
intensamente el vacío y lo absurdo de la vida… pero esto es otra historia.
Hace
poco estuve allí de vacaciones, junto con mi familia. Un día me crucé a la
salida de la vieja casa con una persona que me saludó amistosamente y me
preguntó si me acordaba de mis sesiones de hipnotismo en el Centro Católico. Lo
miré con curiosidad e hice un esfuerzo por recordarlo, pero no me fue posible,
era sencillamente una cara extraña. El tipo me miró decepcionado, hizo un gesto
de desencanto y simplemente se fue, a pesar de mi intento para retenerlo. Es
triste, estoy perdiendo la memoria y son pedazos de mi vida que se van quedando
en el camino.
Caracas,
Octubre 17 de 2014.
¡Qué soberbia!
Mis
queridos(as) lectores(as), si queda alguno(a) todavía, hoy realicé mi control
de peso, bajé un kilo después de mi esfuerzo a lo largo de una semana con
estricta dieta alimenticia y ejercicios aeróbicos. De hecho, me dedico a
caminar durante una hora con los primeros rayos del sol de la mañana, temprano
cuando salen las muchachas a ejercitarse en el área del parque. La verdad es
que las persigo, pero no las alcanzo nunca, sin embargo mi médico dijo que era
bueno que lo hiciera, aunque sinceramente no me contestó cuando le pregunté que
podía hacer si alcanzaba a alguna de ellas.
En
realidad siempre he estado convencido de que no me sobra peso, sino más bien me
falta altura. De hecho, mi hermano Pepe me llamaba desde muchacho “el chato”.
En todo caso, estoy contento porque bajé un kilo de peso, esto quiere decir que
en un mes bajaré 4 kilos, o sea, en 85 semanas llegaré a cero kilogramos, ¡en
año y medio! Deducción del más puro razonamiento lógico inferencial, yo siempre
he sido bueno para las matemáticas.
Este
tipo de razonamiento es el mismo que se utilizó con el descubrimiento
astronómico de Edwin Hubble acerca de que las galaxias estaban alejándose unas
de otras y consecuentemente se dedujo, al imaginarse el movimiento a la
inversa, que habría existido un momento en el pasado en que todo estuvo reunido
en un punto, lo que Stephen Hawking llama una singularidad. A partir de ese
punto se inició el tiempo, el espacio, la materia y la energía hace 13.700
millones de años, ¡una minucia!, el denominado Big Bang.
La
expansión del Universo produce la sensación de que somos el punto central a
partir del cual todo se aleja, lo que no es verdad, pero visto así se enaltece
nuestro ego para atribuirnos una importancia que no tenemos. Del mismo modo la
historia humana está llena de astutas interpretaciones que ponen lo propio al
centro de todo, como los hebreos que se sentían el pueblo elegido a pesar de
que vivían en tierras miserables y desérticas, o como los europeos que hasta hace
poco se creían el epicentro de la humanidad, o como los que pensaban que la
Tierra era el centro del sistema planetario con las estrellas girando
alrededor.
No
es sencillo aceptar que apenas somos un experimento evolutivo entre muchos
otros, quizás algo más exitoso que los dinosaurios, al menos más afortunados
hasta ahora, y que vivimos en el planeta Tierra que es tan sólo una pequeña
roca, con algo de agua, que se mueve alrededor del Sol, y estamos ubicados en
los bordes marginales de la Vía Láctea, en el brazo de Orión, algo así como
quien dice “en un barrio pobre de la ciudad”. En esa posición gira el Sol con
sus acólitos alrededor del centro de la galaxia, apenas como una pequeña mota
de polvo en un apéndice de la galaxia. Se mueve a una velocidad de 250
Km./seg., ¡qué vértigo!
Con
frecuencia nos olvidamos, o no lo queremos recordar para mantener nuestra
autoestima, que nuestro Sol no es más que una humilde estrella entre varios
miles de millones que existen en nuestra galaxia y que inexorablemente se apagará
cuando se agote su combustible nuclear. De modo similar, la Vía Láctea es una
galaxia entre otras miles de millones de galaxias en el Universo y que, además,
está en vías de colisión con nuestra vecina Andrómeda que, por cierto, se
acerca a nosotros a una velocidad superior a 300 Km./seg.
Sí,
efectivamente las galaxias chocan entre sí. Además, las estrellas nacen y
siguen naciendo del polvo estelar y después mueren con una explosión de
supernova o se quedan como difuntas enanas blancas, si es que no se las traga
algún agujero negro, un ávido e insaciable monstruo que devora todo objeto
cósmico en su cercanía y que ni siquiera permite que se escape la luz.
En
un momento de lucidez, que cada vez son menos, me he dado cuenta de que a pesar
de toda esta colosal inmensidad, nos creemos únicos y especiales. Míseros de
nosotros, estamos llenos de una soberbia con la que pretendemos salvar nuestro
pellejo, incluso ofreciendo la vida de un hijo, como lo hizo Abraham, quien
acepto sacrificar la vida de su primogénito Isaac para demostrar obediencia y
salvarse él. Abrih, le dijo Dios, ¿te lo creíste?, no ves que sólo estaba
jugando…
¡Ah,
no!, yo no juego así, yo me bajo de este autobús. Y permítanme, para terminar,
una pregunta irreverente: ¿Todo este desorden cósmico lo creó Dios? ¡Y a mí me
dicen ocioso y desordenado!
Caracas, Octubre 02 de 2014.
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