sábado, 21 de noviembre de 2015

Cosas de niños (Recopilación)

COSAS DE NIÑOS

Alex Villanueva A.
Caracas, 2015





Sugestión freudiana
Julio, 2015.

No hay duda que la sugestión es una buena técnica freudiana para calmar a un niño, aunque naturalmente tiene sus límites…
Hace unos días ocurrió que Anabella se cayó y se golpeó una mano.
-  Mamá, me duele mucho – se quejaba a Priscila con carita afligida y a punto de llorar.
-  Sana, sana, potito de rana… sana, sana… - Priscila le acarició la mano para tranquilizarla, mientras le cantaba suavemente. Anabella la miró con carita desconcertada y desilusionada.
-  Mamá, eso no sirve… me sigue doliendo…
¡Priscila, los niños crecen!

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No crecen tan rápidos
Agosto, 2015.

-  Papá, quiero que lleves mi carro al mecánico para que lo revisen, casi no tiene fuerza y se encienden varias luces rojas en el tablero – me dijo Priscila muy preocupada mostrándome su vehículo.
Lo primero que se me ocurrió fue revisar el nivel de aceite y el agua del motor. No tenía nada de aceite de motor y  ella ni siquiera se acordaba si había hecho algún cambio de aceite y filtro. La regañé y le dije que debería preocuparse del mantenimiento, caso contrario se le fundiría el motor.
-  ¿Es hay que cambiar el aceite del carro? – preguntó asombrada.
Unos días después sorprendí a Priscila enseñándole a Santiago, con el capó abierto del carro:
-  Santis, debes aprender que al carro siempre hay que revisarle el nivel de aceite y el agua del motor. Es importante que siempre lo hagas.
-  Mamá, apenas tengo 9 años, ¿no crees que deberás espera a que tenga quince años para que me expliques esto?
¡Priscila, los niños crecen, pero no tan rápido!

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Incontinencia escatológica
Agosto, 2015.

En estos días estuvo de cumpleaños José Patricio, no sé cuántos años cumplió, sé que son muchos, ya se puede decir que es un vejete, pero para Inés es Josecito, así siempre le dijo cuando niño aquí en Caracas.
Josecito estudió en el Colegio La Salle, en la Colina en los Altos de La Florida de Caracas. Un día llamaron de la escuela con alarma a su casa para que fueran a atenderlo en la escuela, no quisieron dar ninguna explicación, sólo insistieron que era un asunto urgente. Por supuesto que el mensaje produjo pavor, pues inmediatamente vinieron a la imaginación las peores suposiciones de algún grave accidente.
Pepe arrancó en su Mustang de 12 cilindros, tal cual un loco de las autopistas, y llegó en tiempo record al colegio al otro extremo de la ciudad. Entonces lo vio a lo lejos, aislado en el fondo del patio. Corrió a su lado, estaba metido dentro de un saco negro de plástico fuertemente cerrado a la cintura, el rostro pálido y afligido.
- ¡Hijo, Dios mío! ¿Qué pasó? ¿Te falta un pie? ¿Estás sangrando de algo?
- No, nada de eso. Me cagué cuando estábamos cantando el himno nacional…

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Picardía
Agosto, 2015.

Yo pertenezco a la época en que la educación y disciplina de los niños se lograba a golpes. Los padres le decían a la maestra de la escuela: “si el niño se porta mal, dele usted una cachetada para que aprenda”. No se me olvida como mi maestra le pegaba con fuerza en la cabeza, con los nudillos de los dedos, al pobre Muñoz.
Ahora a un niño no se le da ni con el pétalo de una rosa. En este sentido me alegro mucho de lo cuidadosa que siempre ha sido Priscila con sus niños, jamás un maltrato, nunca una mala palabra, ni siquiera un mal gesto… bueno, casi nunca un mal gesto.
Me recordé de esto cuando vi a Inés enseñándole a leer a Anabella, repetía insistentemente.
– Anabella, presta atención, fíjate aquí: ma - me - mi - mo - mu…
– Sí, ya aprendí… ma… me… mi… mo… múu… – repetía inquieta, sin mirar siquiera el libro – viste que ya aprendí.
– Pero fíjate en el libro, Anabella, vamos a leer: mi - ma - má - me - a - ma…
– Sí, ya lo sé… mi… ma… má… me… a… mmm… no, no, no es así… mi… ma… má… me… pée… ga… – Se puso a reír consciente de su picardía.

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La educación sexual
Agosto, 2015.

Los tiempos modernos han cambiado muchas cosas, por ejemplo, la educación sexual de los niños para orientar su propia identidad sexual, la equidad de género, satisfacer la natural curiosidad, educar para la salud reproductiva, proteger de los abusos, etc.
Aunque siempre hay algún desorientado(a) que confunde las cosas, como ocurrió en el caso de Bill Clinton, aficionado saxofonista, cuando este dijo: “touch me the sax”, entonces la Mónica Lewinsky (se pronuncia lengüiski), la pasante de la Casa Blanca, entendió “touch me the sex”. ¡Vaya escándalo que se armó!
Sin embargo, en los colegios católicos tienen mucho cuidado con los niños mejor informados que otros que se prefiere mantener más inocentones, pues todavía les queda la rémora de que la sexualidad se vincula con la perversidad y el pecado. Precisamente por éste motivo fue llamada Priscila al Colegio para exigirle que controlara a Santiago, porque les estaba explicando a sus compañeritos los asuntos sexuales que nada tenían que ver con la cigüeña ni las abejitas.
Al menos nosotros, en su momento, recibimos orientaciones para educar a nuestros niños. En una oportunidad asistimos a una charla de una monja, directora del Colegio donde estudiaba Priscila, en Ciudad Piar, sobre estos asuntos. Se nos indicó que hay que atender las inquietudes de los pequeños y hablarles del desarrollo del bebé tal cual una semillita va creciendo.
Naturalmente un día Priscila, cuando tenía la edad de Anabella, preguntó cómo surgían los bebés.
– Mira, hijita, los bebés son una semillita que va creciendo en la barriga de la mamá hasta que nacen – contestamos con suficiencia, sobrados por supuesto.
– Sí, sí… eso ya lo sé… pero quiero que me expliquen ¡cómo entra la semillita!
¡Qué diferente es ahora! Los niños saben de todo, la televisión e internet abren todas las puertas, más bien la función de los padres es orientar y limpiar el conocimiento frente a tanta basura. ¿Qué vamos a controlar internet para los niños? ¡Qué va, si ellos saben más de computación que los adultos!
Cuando en Mérida se encontró Santiago con su papá pareció una buena oportunidad para la enseñanza.
– Hijo, hoy quiero hablar contigo de sexo.
– Sí, papá… dime con confianza, ¿qué quieres saber?, yo te lo explico.

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Aprendizaje
Agosto, 2015.

Qué importante eran los viejos en épocas pasadas, pues eran los depositarios del conocimiento que da la experiencia de la vida, motivo por el cual se les consideraba poseedores de sabiduría, prestigio, poder y liderazgo. Las tribus originarias tenían su Consejo de Ancianos para resolver los problemas más importantes de la comunidad. Ahora no, todo está en Internet, más específicamente en Wikipedia… entonces ya no son necesario los viejos.
Me di cuenta de esto cuando distraído conducía el vehículo por la ciudad y en una esquina casi atropello a una hermosa muchacha. La miré y le di como disculpa mi más bella sonrisa de Rodolfo Valentino, entonces ella me miró y con rabia incontenida me gritó: “viejo de mierda…”.
Dicen que cada cual aprende por experiencia propia, pero no es del todo verdad, ya lo dice Alberto Bandura cuando señala que el aprendizaje es también por observación de los otros, es el aprendizaje social o aprendizaje vicario (observacional).
De hecho, mis hijos han aprendido por imitación, aunque no siempre lo bueno. En este sentido recuerdo la oportunidad que iba por carretera a Ciudad Piar, con toda la familia, en una noche tempestuosa y muy oscura. Inesperadamente se me desinfló el caucho de una rueda y lleno de cólera tuve que cambiarla por la de repuesto. Al día siguiente, al salir temprano de la casa para subirme al vehículo, vi que Andrés corrió, aún no cumplía los 4 añitos, y comenzó a darle patadas a las ruedas mientras gritaba.
- Mierda, mierda…
- Andrés, no digas esa palabrota, ¿por qué pateas el carro? – preguntó Inés
- Es que así lo hace mi papá para que funcione bien.

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Triunfador
Septiembre, 2015.

Se dice que en la antigua Roma se le otorgaba a los más grandes ganadores de algún evento militar o deportivo, debido a sus meritorias cualidades y hazañas, un triple reconocimiento, el triumphus o triunfo, que consistía en la ovatio, la processio y la coronatio.
La ovatio u ovación era el griterío de júbilo, aplausos y felicitación pública, la processio correspondía al desfile de celebración del ganador hasta el Capitolio y la coronatio o coronación era la imposición de una guirnalda de olivo y laurel, símbolos del honor y la fama.
Precisamente todos somos educados para el triunfo y aunque siempre están presentes las palabras del barón francés Pierre de Coubertin: “Lo más importante no es ganar, sino competir, así como lo más importante en la vida no es el triunfo, sino la lucha, lo esencial no es haber vencido, sino haber luchado bien", en realidad parecen frases de consuelo para la orden del cerebro que impulsa a ganar, pues si se compite, o sea, se lucha con pasión, es para ganar, y si no es para ganar no tiene sentido competir.
Aunque estoy de acuerdo que para un ganador mientras su cabeza está en el cielo, sus pies deben estar bien puestos en el suelo, es decir, tener humildad. Como decía Confucio: “No te creas tan grande que te parezcan los demás pequeños”
Pues sí, cuando Andrés participó en una competencia de bicicletas en el pre-escolar de Ciudad Piar yo quería que ganara. Tenía 5 años de edad. A pesar de que tenía una bicicleta con los frenos bastante malos lo aleccioné para que ganara la carrera de su categoría infantil.
Andrés desde la partida arrancó con un arrojo extraordinario, montado en su bicicleta avanzaba como el rayo junto con sus contendientes que luchaban codo a codo a lo largo de la improvisada pista en las calles del campo B de Ciudad Piar. Después de la última curva se levantó del sillín de la bicicleta para pedalear con más fuerza, su cuerpo estaba vibrante de energía, balanceaba la bicicleta para uno y otro lado acercándose a la meta, mi corazón palpitaba acelerado lleno de emoción, yo estaba muy tenso dominado por la ansiedad.
En el último segundo Andrés adelantó a su competidor más cercano por media rueda, cruzó la meta de primero y en ese instante estalló un enorme griterío del público, yo también grité de alegría, todos corrían y había expresiones de sorpresa y asombro… se había caído un niño de un árbol y todo el mundo se olvidó de la competencia para atender al muchacho accidentado. En el desorden del momento se olvidaron de la premiación, faltó para Andrés el triumphus, en el sentido latino de la palabra… que doloroso aprendizaje, a veces se es el ganador, se llega primero, pero no se recibe el triunfo, no se tiene el reconocimiento que se merece.
No importa, Andrés, tú eres mi campeón.

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Atención a las formas
Noviembre, 2015

¡Vaya qué vergüenza que he pasado el día de hoy!, mi nieta de apenas 4 años me ha hablado de la lamprea, entonces yo pensé que estaba pronunciando mal alguna palabra, de modo que insistí en preguntarle de qué hablaba.
- Te estoy diciendo, abuelo tonto, hice con plastilina una lamprea marina.         
La verdad no es que me moleste que me trate así, para ella soy su abuelo tonto que nunca entiende bien las cosas. De hecho, tratando de mentalizarla sobre la crisis económica del país le comentaba el otro día que San Nicolás se había enfermado y que estaba hospitalizado.
- Tú eres tonto, abuelo. San Nicolás no se enferma, porque a él uno le pide regalos y él los trae para Navidad – lo dijo con mucha firmeza.
Bueno, después de todo siempre en mi vida he sido algo tonto, aunque debo reconocer que lo he disimulado más o menos bien, pero me sorprende que ella tan pequeña ya se haya dado cuenta. Esta vez, sin que nadie se fijara en mi revisé en la Tablet que significaba lamprea, es un hiperoartio, especie de pez sin dientes ni escamas. ¿Tú lo sabías?
No hay duda que los niños de ahora son muy diferentes y muy inteligentes. Antes no era así, había que ser muy prudente y seguir las normas muy rígidas que imponía la mamá. Lo importante eran las formas, el orden y la disciplina. Cada cual tenía un puesto en la mesa donde se comía, el papá en el puesto principal por supuesto.
Cuando se recibía una visita estas normas se volvía más estrictas, por ejemplo, había que llegar a la mesa bien peinadito y hablar solo cuando un adulto se dirigía a uno. Así fue cuando nuestro hermano mayor, Alfonzo, realmente nuestro hermanastro que vivía con su tía, fue a casa a presentar formalmente a su novia. Se nos exigió el mejor comportamiento, comer muy prudentemente y cuando nos ofrecieran galletas sólo aceptaríamos una, después debíamos decir que era ya suficiente y no comeríamos más, claro, siempre dando las gracias.
Ese día se puso el mantel blanco y se enceró la sala comedor. Ese era un trabajo horrible donde todos debíamos ayudar, se movían los pesados sillones y se tenía que pasar con el pie la virutilla en las tablas del piso, después echar la cera con un trapo y finalmente sacar el brillo con el “chancho”. Se limpiaba la lámpara de lágrimas de cristales que estaba en el techo en medio de la sala, por cierto, ya le faltaban varias lágrimas y otras estaban amaradas con alambritos para que no se cayeran.
En la mesa se pusieron dos bandejas de galletas y una botella grande de Coca Cola, la que por supuesto era para la visita, pues nosotros debíamos decir que sólo bebíamos agua.
La velada estuvo muy bien, la novia era muy delicada, mi mamá se esmeró en dar la mejor atención y nosotros éramos unos perfectos caballeros. Todo iba según lo programado y yo miraba a mis hermanos con ansias casi incontenibles de comer las galletas que apenas se habían consumido.
Cuando se despidieron, apenas estaban en la puerta de salida y sin que aún se cerrara, todos saltamos sobre la mesa, igual que los felinos cuando caen sobre una presa, para comernos todas las galletas que quedaban. La novia intentó ver qué pasaba con tremendo estruendo, pero mamá se apresuró a cerrar la puerta.
Cómo cambian ahora las cosas, hoy tuve que beber agua, porque todo el jugo de frutas que había para el almuerzo se lo tomaron mis nietos.

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El tren
Noviembre, 2015

Tenía nueve años de edad, o quizás diez, cuando un día junto con mi primo Jorge fuimos a la playa de La Herradura que quedaba a casi una hora caminando. Recuerdo que a mi primo todo el mundo le decía "el mono", porque tenía un defecto en el brazo que lo hacía mantener de un modo arqueado y hacia adelante, haciéndolo caminar como un pequeño simio, lo cual se explicaba, según nos habían dicho, porque cuando lo traía la cigüeña, en su viaje de bebé desde el cielo, se le había caído produciéndole tan lamentable defecto.
Camino hacia la playa, cuando cruzamos la línea del tren que se utilizaba para el transporte del mineral de hierro desde las minas de El Romeral hasta el Puerto de Guayacán, nos quedamos observando con curiosidad el sistema de cambio de líneas para que la locomotora con sus vagones pueda tomar una u otra vía.
El sistema consiste en un switche con rieles en forma de agujas que obligan a las ruedas del tren seguir hacia un camino determinado, según sea la posición de la palanca de control. Esta palanca es un brazo que gira, fijo en un extremo y con un fuerte contrapeso en el otro, pero en este caso se mantenía asegurada en su posición con un inmenso candado.
El candado estaba suelto y levantar la palanca fue todo un desafío para nosotros, puesto que era muy pesada, pero afirmándola con piedras logramos colocarla en forma casi vertical, justamente en una situación intermedia, con el sistema dispuesto ni para una ni otra vía del tren.
Sentimos el éxito de colocar la palanca en una posición especial y sin mucha preocupación nos preguntábamos que haría el tren en tal situación. Nos fuimos a la playa y nos olvidamos durante toda la tarde de nuestra inocente aventura en la línea del tren.
De regreso de la playa observamos con terror que el tren no tuvo evidentemente la condición para seguir alguna vía y simplemente avanzó descarrilado por el medio de las dos líneas férreas que tenían cierto desnivel, quedando finalmente en su frenada de emergencia a punto de volcarse junto con los vagones cargados de mineral en lo alto de un terraplén de más de 4 metros de altura.
Había mucha gente curioseando en el accidente y los operadores del tren se movían agitados, posiblemente angustiados por la responsabilidad que sus superiores pudieran atribuirle en tan lamentable incidente, o quizás orgullosos de haber evitado un volcamiento de muy graves consecuencias.
 No tuvimos tiempo de ver más, ya que sólo se nos ocurrió correr como si hubiésemos visto el diablo, nunca en mi vida he corrido tanto. Nosotros sólo queríamos jugar, nadie nos explicó lo que podía pasar... aquella vez corrí con mucha angustia para esconderme en casa y evitar que alguien me viera, sólo quería estar con mamá y sentir su protección.
Cuando niño siempre mamá me protegió. Estando en mi casa junto a ella sentía una inmensa tranquilidad, allí sentía que ningún peligro me podía acechar. Mamá me inspiraba confianza y seguridad, nada malo me podía ocurrir estando cerca de ella, mi casa era un refugio contra cualquier riesgo que pudiera existir.
Sentí una inmensa tranquilidad cuando estuve en casa, por supuesto que para la tranquilidad de mamá nunca le quise contar esta aventura del tren de Guayacán. No le dije nada a mama, pues a ella, siempre tan buena, no le debía dar tantas preocupaciones, además yo era su niño bueno y debía tener mucho sentido de responsabilidad.
            El recuerdo de este episodio de mi niñez viene a mi mente cuando miro hacia atrás, muy a lo lejos del tiempo, en un horizonte difuso que se va suavemente desdibujando, pero aún siento a ese niño bueno en mi interior. Por cierto, ya lo dice el psiquiatra Eric Berne en su Análisis Transaccional, es parte de la personalidad junto con los otros estados del yo, el padre y el adulto. Quizás por esta razón todavía siento miedo, debo confesar que estoy muy asustado, acabo de romper una copa de cristal plúmbico genuino, pero no se lo diré a nadie, he borrado todas las marcas de mi delito. ¿Me guardan el secreto?


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