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Esta tarde me he sorprendido pensando en la vejez. Digo sorprendido, porque normalmente le presto muy poca atención a mi persona, ni tengo mucha conciencia de cómo vienen y pasan los años, más bien vivo como si estuviese en un eterno presente donde todo prácticamente se mantiene igual.
Durante la tarde estaba acompañando a Inés, mi esposa, en una tienda por departamentos, en Caracas, que estaba en un plan especial de ofertas. Ella recorría embebida entremedio de la gente, casi todas mujeres, los inmensos montones de ropa apiladas por todas partes y que las personas examinaban con una suerte de desespero.
Entre la multitud había un señor gordito, mas bien bajito, que usaba lentes y estaba peinado con descuido, aparentemente con más edad que yo. Al comienzo no le presté mayor atención, pero de reojo observé que con disimulo él también me miraba.
Naturalmente que algo incómodo me sentí, quizás ese señor me confundía con otra persona, pensé. Seguramente le resulto parecido a alguien que él conoce, me dije para tranquilizarme, pero reconozco que me perturbaba su manera de mirarme.
¿Quién será ese tipo?, me dije molesto y me pregunté: ¿Qué pretenderá ese viejo de mierda? Lo miré de frente de manera desafiante, entonces él me miró fijamente a los ojos sin ningún tipo de disimulo. Seguramente es un viejo maricón que quiere captar mi atención, me imaginé fastidiado y con deseos de darle un puñetazo en su propia cara.
Con descuido aparente me acerqué a ese tipo, más por curiosidad que despejara mi inquietud. Él también caminó entre las mercaderías hacia mí, el muy imbécil vestía incluso de modo similar a mí, aunque con tal desarreglo que parecía un pobre ordinario sin el estilo que yo tengo.
Cuando estuviese lo suficientemente cerca le diría un insulto bastante grosero debido a su manera osada de mirarme. Como dicen los españoles le podría decir: tonto del culo, lo que me imagino significa un extremo de la necedad, ya que se puede ser tonto de la cabeza, pero para ser tonto del culo definitivamente hay que ser muy bruto.
Miré con más cuidado a la otra persona, entonces me reí, pues frente a un inmenso espejo ese viejo de mierda era yo. ¡Vaya, cómo pasan los años!
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