lunes, 6 de noviembre de 2017

Pinceladas de astronomía

El Universo
Mis queridos(as) lectores(as), si queda alguno(a) todavía, hoy realicé mi control de peso, bajé un kilo después de mi esfuerzo a lo largo de una semana con estricta dieta alimenticia y ejercicios aeróbicos. De hecho, me dedico a caminar durante una hora con los primeros rayos del sol de la mañana, temprano cuando salen las muchachas a ejercitarse en el área del parque. La verdad es que las persigo, pero no las alcanzo nunca, sin embargo mi médico dijo que era bueno que lo hiciera, aunque sinceramente no me contestó cuando le pregunté que podía hacer si alcanzaba a alguna de ellas.
En realidad siempre he estado convencido de que no me sobra peso, sino más bien me falta altura. De hecho, mi hermano Pepe me llamaba desde muchacho “el chato”. En todo caso, estoy contento porque bajé un kilo de peso, esto quiere decir que en un mes bajaré 4 kilos, o sea, en 85 semanas llegaré a cero kilogramos, ¡en año y medio! Deducción del más puro razonamiento lógico inferencial, yo siempre he sido bueno para las matemáticas.
Este tipo de razonamiento es el mismo que se utilizó con el descubrimiento astronómico de Edwin Hubble acerca de que las galaxias estaban alejándose unas de otras y consecuentemente se dedujo, al imaginarse el movimiento a la inversa, que habría existido un momento en el pasado en que todo estuvo reunido en un punto, lo que Stephen Hawking llama una singularidad. A partir de ese punto se inició el tiempo, el espacio, la materia y la energía hace 13.700 millones de años, ¡una minucia!, el denominado Big Bang.
La expansión del Universo produce la sensación de que somos el punto central a partir del cual todo se aleja, lo que no es verdad, pero visto así se enaltece nuestro ego para atribuirnos una importancia que no tenemos. Del mismo modo la historia humana está llena de astutas interpretaciones que ponen lo propio al centro de todo, como los hebreos que se sentían el pueblo elegido a pesar de que vivían en tierras miserables y desérticas, o como los europeos que hasta hace poco se creían el epicentro de la humanidad, o como los que pensaban que la Tierra era el centro del sistema planetario con las estrellas girando alrededor.
No es sencillo aceptar que apenas somos un experimento evolutivo entre muchos otros, quizás algo más exitoso que los dinosaurios, al menos más afortunados hasta ahora, y que vivimos en el planeta Tierra que es tan sólo una pequeña roca, con algo de agua, que se mueve alrededor del Sol, y estamos ubicados en los bordes marginales de la Vía Láctea, en el brazo de Orión, algo así como quien dice “en un barrio pobre de la ciudad”. En esa posición gira el Sol con sus acólitos alrededor del centro de la galaxia, apenas como una pequeña mota de polvo en un apéndice de la galaxia. Se mueve a una velocidad de 250 Km./seg., ¡qué vértigo!
Con frecuencia nos olvidamos, o no lo queremos recordar para mantener nuestra autoestima, que nuestro Sol no es más que una humilde estrella entre varios miles de millones que existen en nuestra galaxia y que inexorablemente se apagará cuando se agote su combustible nuclear. De modo similar, la Vía Láctea es una galaxia entre otras miles de millones de galaxias en el Universo y que, además, está en vías de colisión con nuestra vecina Andrómeda que, por cierto, se acerca a nosotros a una velocidad superior a 300 Km./seg.
Sí, efectivamente las galaxias chocan entre sí. Además, las estrellas nacen y siguen naciendo del polvo estelar y después mueren con una explosión de supernova o se quedan como difuntas enanas blancas, si es que no se las traga algún agujero negro, un ávido e insaciable monstruo que devora todo objeto cósmico en su cercanía y que ni siquiera permite que se escape la luz.
En un momento de lucidez, que cada vez son menos, me he dado cuenta de que a pesar de toda esta colosal inmensidad, nos creemos únicos y especiales. Míseros de nosotros, estamos llenos de una soberbia con la que pretendemos salvar nuestro pellejo, incluso ofreciendo la vida de un hijo, como lo hizo Abraham, quien acepto sacrificar la vida de su primogénito Isaac para demostrar obediencia y salvarse él. Abrih, le dijo Dios, ¿te lo creíste?, no ves que sólo estaba jugando…
¡Ah, no!, yo no juego así, yo me bajo de este autobús. Y permítanme, para terminar, una pregunta irreverente: ¿Todo este desorden cósmico lo creó Dios? ¡Y a mí me dicen ocioso y desordenado!
Caracas, Octubre de 2014.


Pensando en la astronomía
Tengo algún tiempo sospechando que me están enterrando de a pedacitos. Primero fue el riñón derecho que me extrajeron mediante una cirugía radical, después me enterraron la vesícula y un pedazo de tripa que me hacía lagrimear, y ahora me tienen en la mira la próstata debido a lo que llaman una hiperplasia benigna, que en leguaje llano significa un agrandamiento de la glándula por uso excesivo, a menos que los exámenes indiquen algo más extremo… así entonces, el día que me muera completamente alguien exclamará: ¡caramba, ya no queda casi nada!
No tengo otra opción que resignarme con filosofía al devenir de la vida, pues en definitiva somos tan insignificantes que ya es bastante lujo dejar alguna descendencia y, por otra parte, dejar ciertas reflexiones que pudieran quizás servir de inspiración para quien tenga la paciencia de leerme.
Pues sí, a mí me parece que somos muy insignificantes cuando miro al cielo y pienso en asuntos de astronomía. De hecho, cuando nos enseñan en la Escuela Primaria el Sistema Solar que habitamos nos presentan el planeta Tierra de dimensiones similares al Sol y nos sentimos importantes con tal tamaño, pero esto no es así y nos hacemos una idea equivocada de las proporciones del conjunto que oculta lo que somos, simplemente una mota de polvo infinitesimal vagando por el espacio.
El sol tiene un diámetro ecuatorial de 1,4 millones de km, en tanto que la tierra es sólo de 12,8 mil km, es decir, en un modelo reducido, si la tierra fuese de diámetro de 1,0 mm, apenas un grano de arena, el sol tendría un diámetro de 10,9 cm, y la tierra estaría girando en torno al sol a una distancia de 12 m en promedio, más allá de la casa del vecino.
Aun así, algunos pretenden considerarse importantes en la vida que apenas es un instante y es nada en la inmensidad del espacio donde deambulamos inconscientes de nuestra fragilidad, lejos de todo. En efecto, un modelo del Sistema Solar a escala nos muestra las extraordinarias distancias entre los elementos principales:
Planetas

  Diámetro
  Ecuatorial
     Distancia
Promedio al Sol
Sol
  10,9  mm
          -
Mercurio
  0,38  mm
     4,54  m
Venus
  0,95  mm
     8,48  m
Tierra
  1,00  mm
   11,73  m
Marte
  0,53  mm
   17,87  m
Júpiter
11,21  mm
   61,02  m
Saturno
  9,45  mm
     110   m
Urano
  4,01  mm
     220   m
Neptuno
  3,88  mm
     350   m

Estas distancias son tan impresionantes que la luz demora más de 8 minutos en recorrer la distancia del sol hasta la tierra, siendo que su velocidad es 300.0000 km/seg, esto es, un rayo de luz daría más de 7 vueltas alrededor del ecuador de la tierra en 1 segundo. Un mensaje de Neptuno, viajando a la velocidad de la luz, nos llegaría a la Tierra después de 4 horas; de modo que una conversación telefónica con un neptuniano sería definitivamente muy incómoda.
Más allá de los planetas está el Cinturón de Kuiper, donde orbitan miles de cuerpos menores, entre los cuales se ha identificado a Plutón, Ceres, Eris, Makemake y Haumea, y se cree que son fuente de los cometas de corto período. En nuestro modelo estaría entre 350 y 600 m de distancia del sol.
Más lejos aún, en los límites del sistema solar, está la Nube de Oort, nube esférica que alberga miles de millones de objetos apenas influidos por la gravedad del sol, y que sería la fuente de los cometas de largo período tipo Halley, cuerpos que salen disparados al Sol, atraídos por su gravedad, debido a los choques entre ellos debido a la marea galáctica. El modelo a escala los ubica a una distancia del sol entre 20 y 600 km.
Por supuesto que en esta inmensidad a cualquiera le invade un sentimiento de soledad, arrojados a la vida diría un existencialista, pero fantaseamos con la posibilidad de encontrar seres con vida inteligente en algún planeta de otra estrella. La más cercana es Centauri ubicada a 4,2 años luz, es decir, en nuestro modelo a una distancia de 3.000 km, más o menos la distancia entre París y Moscú, casi nada… y nosotros montados en un grano de arena de 1 mm.
En todo caso, el Sol es apenas una estrella entre más de 200 mil millones que existe en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Además, existen más de dos billones de galaxias en el Universo… ¿y yo preocupado por mi próstata?
Caracas, Septiembre 28 de 2017.


Sobre el tiempo
Hoy me he levantado con mucho optimismo, pues últimamente he decidido vivir eternamente. Para ello he puesto en práctica un plan, una dieta sumamente estricta: la dieta de la sandía, esto es, puedo comer de todo, excepto sandía, ni de noche ni de día. Claro, el método es sumamente peligroso y todavía no se lo recomiendo a nadie, puesto que en el futuro podrían morirse y no quiero que me culpen a mí, de manera que es mejor que me dejen a mí probar esta dieta y, quizás, cuando yo tenga unos doscientos años podrían ensayarlo con menor riesgo. Mientras tanto el método me está resultando bastante bien, estoy vivo… bueno, estoy vivo en las partes de mi organismo que me van quedando.
Sin embargo, parece que este asunto de la eternidad no es tan sencillo, ya que el tiempo no es un parámetro absoluto, en el sentido de que no transcurre de la misma manera para cualquier observador, según se desprende de la teoría de la relatividad de Einstein. Incluso más, parece que el tiempo tuvo un inicio en el Big Bang que dio lugar al Universo y después el tiempo termina, no existe, en un agujero negro.
Pues sí, como consecuencia de que la velocidad de la luz siempre se percibe igual en cualquier circunstancia, en movimiento o en reposo del observador- esto es, aún si pudiera perseguir un rayo de luz con la mayor rapidez siempre éste se alejará de mí a la misma velocidad - se deriva que el tiempo depende de la velocidad del observador. Si mi gemelo hubiese viajado al espacio a una velocidad cercana a la luz y regresara cuando yo tuviese 80 años de edad, entonces para él habrá transcurrido, por ejemplo, solamente 5 años.
Pero no es solamente el asunto de las velocidades cercanas a la luz, Einstein además demostró que también la gravedad afecta el tiempo. Mientras mayor sea la fuerza de la gravedad el tiempo transcurre más lento, debido a la distorsión del espacio-tiempo a causa de una curvatura mayor… ¡Vaya! El espacio se dobla; en efecto, la tierra se desplaza en un espacio curvado por la gravedad del Sol que hace que su movimiento sea en forma de elipse, no es exactamente como lo describía Newton.
A propósito del tema estoy leyendo el libro “Una breve historia del tiempo” de Stephen Hawking, un famoso físico cosmólogo británico, una de las mentes más brillantes en la astronomía, condenado a vivir en una silla de ruedas desde temprana edad porque su movilidad es nula, debido a su enfermedad de esclerosis lateral amiotrófica, y que se comunica a través de un sintetizador de voz que controla mediante leves movimientos de sus ojos. Un ejemplo de superación personal a pesar que los médicos le pronosticaron dos a tres años de vida cuando tenía 21 de edad, hace más de 50 años atrás.
Siguiendo la exposición de Hawking, se sabe que una estrella se forma cuando una gran cantidad de gas, principalmente hidrógeno, comienza a colapsar sobre sí mismo debido a su atracción gravitatoria. Mientras se contrae los átomos colisionan entre sí, cada vez con mayor frecuencia, entonces el gas se calienta hasta que se produce una fusión nuclear que formará helio.
El calor desprendido, que es como una explosión controlada de una bomba atómica de hidrógeno, hace que la estrella brille. Este calor aumenta la presión del gas hasta que ésta es suficiente para equilibrar la atracción gravitatoria, y el gas deja de contraerse. Se parece a un globo, hay un equilibrio entre la presión del aire de dentro, que trata de hacer que el globo se hinche, y la tensión de la goma, que trata de disminuir el tamaño del globo.
De esta forma las estrellas permanecerán estables por un largo período, con el calor de las reacciones nucleares equilibrando la atracción gravitatoria. Finalmente, sin embargo, la estrella consumirá todo su hidrógeno y los otros combustibles nucleares. Cuando una estrella se queda sin combustible, empieza a enfriarse y por lo tanto a contraerse.
Pueden suceder varias cosas a partir de ese momento, dependiendo de la masa de la estrella. Una alternativa es que explote violentamente con una intensa luminosidad que forma una supernova, después comienza nuevamente el ciclo de una formación de una nueva estrella, quizás como el sistema planetario del Sol que es una estrella de segunda o tercera generación.
Otra opción es que la estrella colapse como un agujero negro. Un agujero negro es un objeto suficientemente masivo y compacto que tendría un campo gravitatorio tan intenso que la luz no puede escapar. La luz es arrastrada de vuelta hacia el centro por la atracción gravitatoria. Allí la densidad es infinita y el tiempo deja de existir, no hay transcurrir del tiempo.
Así entonces, el destino de nuestro Sol es que termine como una enana blanca en unos cinco mil millones de años, cuando se le acabe el combustible nuclear, y quizás su posterior colapso estelar dé nacimiento una estrella hija del sol, o bien, sea tragado por un agujero negro.
¡Caramba, mi plan de la sandía ya no me parece tan seguro!
Caracas, Octubre 07 de 2017.


Como un caracol
Mientras he estado leyendo el libro sobre “La historia del tiempo”, de Stephen Hawking, comencé a sentirme como un agujero negro, encerrado en mí mismo como un caracol, sin capacidad de irradiar mis reflexiones hacia el exterior, pues sentía que mi gravedad las retrotraía hacia mí sin posibilidad de escape. Es la fuerza de mi gravedad, igual como un agujero negro que nada deja escapar, ni siquiera la luz. Pues, es así, la luz de mi poco entendimiento creo que ya no llega a nadie, sin embargo, insisto en escribir… entonces, ¿para qué?
Pues, me parece que escribir es un aprendizaje, es una suerte de lucha consigo mismo para alcanzar alguna comprensión de la realidad, permite ordenar los pensamientos, saborear las palabras, reconsiderar las verdades y las mentiras que hemos asumido, y tomamos conciencia de sí mismo… creo que ésta es la razón por la cual escribo, me siento a mí mismo en un acto de autocomplacencia que me da la posibilidad de disfrutar la eternidad de fugaces momentos de reflexión.
¿Alcanzar alguna comprensión de la realidad? Bueno, esto es posible sólo si la realidad sigue cierto orden, si la naturaleza está sujeta a ciertas leyes y no es arbitraria en su comportamiento, de modo que no esté regida por el caos como es la imagen que tenemos del Big Bang que dio origen al Universo con un inmenso desorden explosivo.
En este sentido, creemos conocer la realidad, pero en realidad solo tenemos modelos simplificado que nos dan una descripción aproximada de lo que observamos experimentalmente, modelos con los cuales se tiene cierta capacidad de predicción, hasta que surge otra teoría que propone un modelo de mayor precisión, y así sucesivamente. Es el caso de la teoría de Newton que permitió tener una idea de nuestro sistema planetario en base al concepto de la fuerza atractiva de la gravedad, pero luego fue reemplazada por las teorías de Einstein sobre las afectaciones del espacio-tiempo por la gravedad de los cuerpos.
Así pues, actualmente los científicos describen el Universo a través de la teoría de la relatividad general y la mecánica cuántica. La teoría de la relatividad describe la estructura a gran escala del Universo, por el contrario, la mecánica cuántica se ocupa de fenómenos a escala extremadamente pequeña.
En la escala de las grandes dimensiones la luz se desvía por efecto de la curvatura del espacio que provoca la gravedad de la masa de los cuerpos celestes. Según Einstein, no es la gravedad una fuerza de atracción entre los cuerpos, sino una perturbación del espacio que obliga a la Tierra a que, en vez de desplazarse en línea recta, siga un movimiento curvo alrededor del Sol, similar a como una bolita gira en torno a la superficie de una cama elástica hundida por una bola mayor.
En cambio, en la escala muy pequeña ocurren cosas más extrañas aún, como es el hecho de que un electrón gira en torno al núcleo del átomo, pero cuando cambia de órbita, por alguna variación de su energía, lo hace sin transitar de una a otra órbita, sino que está en una u otra, ¡sin pasar por una posición intermedia!
Esto es tan curioso como el experimento de las rendijas. Si se proyecta una fuente de luz sobre una rendija, entonces se proyectará una franja luminosa en una pantalla puesta al otro lado de la lámina de la rendija, pero si son dos rendijas se producirá en la pantalla una serie de franjas luminosas y oscuras alternadamente. La luz se comporta como una onda además de actuar como una partícula.
Ahora si el mismo experimento de las rendijas se hace con electrones, entonces ocurre lo mismo, en la pantalla se formarán las franjas alternas similares al caso de la luz. Incluso si se lanzaran los electrones uno a uno, ¡cada cual pasaría por ambas rendijas a la vez! Es la dualidad onda-partícula.
En general, la mecánica cuántica no predice un único resultado de cada observación, sino predice un cierto número de resultados posibles con sus respectivas probabilidades de ocurrencias. Einstein nunca aceptó que el Universo estuviera gobernado por el azar, a pesar de sus importantes aportes a esta teoría, y señalaba que “Dios no juega a los dados”. "¿Quién eres, Einstein, para decir a Dios lo que tiene que hacer?", le contestó Nielsh Bohr.
Quizás algún día tengamos una teoría completa y única que abarque todo, pero nos quedará la pregunta de que si hubo caos en un comienzo, por qué hoy existe aparentemente orden y, más inquietante aún, por qué hay Universo… ¡Vaya! Ya me siento otra vez como un caracol.
Caracas, Octubre 15 de 2017.


El Big Bang
Todas las personas viven con ciertas preocupaciones, pues vivir es tener preocupaciones, antes de ocuparnos de un asunto nos pre-ocupamos, especialmente acerca de la manera de abordar los problemas que nos reserva el futuro. De hecho la vida cotidiana nos llena de preocupaciones que la modernidad exige atender, las cuales son consecuencia de las ansiedades que resultan del trabajo, la familia, el colegio de los hijos, el supermercado, el tráfico de la ciudad, el dinero, las vacaciones, la navidad, etc. Son tantas las cosas diarias que demandan nuestra atención que no nos queda tiempo para preguntarnos alguna vez por asuntos de mayor trascendencia, como por ejemplo reflexionar por qué y para qué estamos aquí con una efímera existencia. Lo mismo le pasa a los pajaritos.
Antes, al menos, la gente iba los domingos a misa en la iglesia del pueblo, los caballeros con su mejor traje de vestir, sombrero, corbata o pajarita y su bastón de paseo, y las mujeres con su mayor elegancia y un velo oscuro que le tapaba toda la cara. Eran importantes actos sociales donde la preocupación fundamental era la salvación de sus almas y todos ponían sus barbas en remojo. Bueno, ya no hay tiempo para eso, ya no es así, salvo una que otra viejita que asiste a la iglesia para acariciar las bolitas de su rosario.
Ahora, en cambio, las preocupaciones más trascendentales tienen que ver con las competencias de las selecciones nacionales para clasificar para el Mundial de Futbol, el último divorcio del cantante de moda, las “fake news” de las redes sociales, comprar el último modelo de Smartphone, etc., lo cual no me parece mal, cada cual en lo suyo.
Sin embargo, yo estoy preocupado por el destino del Universo. Claro, se dice que el Universo tiene 13.700 millones de años, de modo que parece que no ha sido eterno, como se pensó en algún momento, sino que evoluciona en cierta dirección de acuerdo a determinadas leyes de la naturaleza. Que no se conozcan con precisión tales leyes no significa que no existan, pues la experiencia nos muestra que en la naturaleza existen ciertas regularidades que han permitido modelar ciertos fenómenos y predecir sus resultados, por ejemplo, podemos decir con alta seguridad que mañana saldrá temprano el Sol por el horizonte, siempre por el sector Este. Es lo que se llama determinismo científico, que es la base de la ciencia moderna que no cree para nada en milagros.
La ignorancia de las leyes de la naturaleza muchas veces ha dado lugar a explicaciones esotéricas de los fenómenos observados, atribuidos a la intervención de dioses o demonios. En la antigüedad, por ejemplo, se temía que pudiera ocurrir que un día el Sol se olvidara de amanecer y se extendiera indefinidamente la noche, entonces se sacrificaban niños inocentes como ofrendas al rey Sol para que cumpliera regularmente su cometido, aunque, aun así, a veces se oscurecía en los eclipses, lo cual se interpretaba que estaba sediento de sangre humana y había que sacrificar más niños.
Del mismo modo, se ignora qué pasará en definitiva con el Universo, pero ahora la ciencia no apela a dioses ni demonios, sino que ha identificado ciertos escenarios de lo que podría ocurrir en base a la Teoría General de la Relatividad de Einstein y del descubrimiento de Edwin Hubble, en el sentido de que al analizar el espectro de la luz que emiten las galaxias determinó que prácticamente todas éstas se están alejando de nosotros, incluso más, mientras más lejanas son las galaxias más rápida es su velocidad de alejamiento. Es decir, el Universo está en expansión, es probable que aceleradamente en expansión. Es obvio, entonces, que el Universo fue en el pasado más pequeño, tan infinitamente pequeño como un punto que los científicos llaman una singularidad, y ocurrió una gran explosión que dio origen al espacio, el tiempo, la energía, la materia… el Big Bang. El gran estruendo que se produjo todavía se escucha como un ruido de fondo que han detectado los astrónomos
¿Cómo se comprende este misterio? Para algunos la respuesta es muy sencilla, es el momento de la Creación de Dios. Bueno, esta respuesta es cambiar un misterio por otro, pero allí está la ciencia, intentando comprender aquel instante y todo lo que ha venido ocurriendo y ocurrirá después, bajo la premisa de lo que dijo Einstein: “lo más incomprensible del Universo, es que sea comprensible”.
El escenario más probable es que el Universo continuará en expansión como hasta ahora, las estrellas se apagarán, todo se volverá oscuro y la temperatura bajará para acercarse al cero absoluto, será el Big Freeze, la muerte térmica del Universo. Las galaxias se desgarrarán por la eterna expansión, es el denominado Big Rip.
Sin embargo, otro escenario es que exista suficiente materia en el Universo, incluyendo la denominada materia y energía oscura que los científicos aún no han logrado determinar su composición, pero sí son detectables sus efectos. Esta teoría postula que la gravedad frenará la expansión actual, al punto que comenzará una contracción hasta el denominado Big Cruch. El espacio-tiempo colapsaría en una singularidad, quizás dando inicio a un nuevo Big Bang y la repetición de un nuevo ciclo, es el denominado Big Bounce y estaríamos en un Universo oscilante.
Realmente no son muy promisorios los escenarios considerados. Sinceramente, el único Big Rip que yo espero es el del gobierno de Maduro, pero ojalá que no tengamos que esperar tantos millones de años para que esto ocurra.

sábado, 19 de agosto de 2017

Navegando en la Filosofía - IV


Navegando en la filosofía IV 

(Recopilación) 


Alex Villanueva A.


Caracas, Agosto 2017.




Cambio y permanencia
Dicen que el chimpancé y el hombre comparten más del 99% de los genes, razón por la cual yo me pregunto si los chimpancés son en realidad más inteligentes que los humanos o quizás, visto de otra manera, los humanos somos más animales de lo que presumimos. Por supuesto que esta información perturba a cualquiera, pero sabemos que el ser humano se distingue por su capacidad para pensar, aunque es verdad que a muchos no se les nota nada.
Así pues, el hombre en algún momento de su historia comenzó a pensar y, más particularmente, comenzó a filosofar. ¿Cuándo ocurrió esto? y ¿por qué? En la antigua Grecia, a inicio del siglo VI a.C., cuando el hombre estuvo libre de las exigencias vitales primarias – comida, abrigo, vida social, etc. – y también ajeno a los mitos y supersticiones, estuvo en condiciones de preguntarse qué es el mundo, ¿por qué hay mundo?, ¿por qué hay entes?, ¿por qué la realidad está ordenada?, ¿cuál es el fundamento de la realidad? Todas estas preguntas nacen del asombro del hombre frente a la totalidad del ente, surgen del asombro ante el hecho de que haya entes cuando bien pudo no haber habido nada.
Entonces, ¿qué es un ente? Se llama “ente” todo aquello que “es”. Puede tratarse de cualquier cosa, física o conceptual.  Así como “pudiente” es “el que puede”, “viviente” es lo que vive, “ente” se llama a “lo que es”. Lo que hace el pudiente es poder, lo que hace el viviente es vivir, entonces lo que hace el “ente” es “ser”.
La disciplina que se ocupa de estudiar los entes se llama ontología. Esta disciplina enuncia una serie de principios ontológicos, entre los cuales afirma que "todo tiene su razón o fundamento", o sea, no hay nada porque sí. Pues bien, entonces ¿por qué hay ente y no, más bien, nada?, se pregunta Heidegger. ¿Cuál es el fundamento del ser de la realidad? Los filósofos de la antigua Grecia exploraron varios caminos en este sentido e intentaron varias explicaciones.
Los naturalistas pensaron que la razón de ser de la realidad que habitamos, esto es, su fundamento, está en el interior de la naturaleza. Esta visión la tuvieron algunos pensadores pre-socráticos y es la que posteriormente dio lugar al desarrollo del conocimiento científico.
Otro camino, influido por el pensamiento de Sócrates, es la corriente metafísica que remite a una realidad trascendente que se encontraría más allá de la naturaleza. Esta perspectiva alcanza una hegemonía en el mundo occidental, particularmente con la expansión del cristianismo con el cual se vincula estrechamente en cuanto a que se postulan dos órdenes de la realidad, una sensible y otra trascendente.
Un tercer enfoque es aquel que plantea que el fundamento de la realidad está en el hombre, no habría una realidad objetiva, independiente de los seres humanos. Esto es, como dice Protágoras, “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Estas corrientes de pensamiento comenzaron a configurarse en los albores de la filosofía en la antigua Grecia, especialmente cuando surgen dos filósofos con propuestas diametralmente opuestas: Heráclito de Éfeso (535/550 a. C.- 470/484 a. C) y Parménides de Elea (515/ 510 a. C.- ¿?). De una u otra manera estas dos visiones van a estar presentes a lo largo de toda la historia de la filosofía.
Lo que asombra a Heráclito es ante todo el cambio, es decir, todas las cosas pasan de ser a no-ser y viceversa, lo cual lo lleva a afirmar que el fundamento de todo está en el cambio incesante; que el ente deviene, que todo se transforma, en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa. En palabras de Heráclito: No nos bañamos dos veces en las aguas de un mismo río.
El cambio no es cambio cualquiera, sin orden ni concierto, sino un cambio que sigue ciertas pautas. Con lo cual aparece por primera vez, en cierto modo prefigurado, el concepto de lo que luego se llamará ley científica y que Heráclito denomina logos.
Parménides, al contrario que Heráclito, piensa que el fundamento de todo es el ente inmutable, único y permanente; que el ente "es", simplemente, sin cambio ni transformación ninguna. Llega a esta conclusión mediante un estricto rigor racional, apartando los sentidos y convencido que únicamente con el pensamiento puede alcanzar la verdad, sólo lo pensado “es”, inversamente, “lo que es” puede ser pensado, pues lo mismo es pensar y ser.
Pero si el ente no cambia, qué pasa entonces con el mundo sensible, con las cosas que vemos y con nosotros mismos que nacimos y cambiamos a cada instante. Parménides no transige: todas las cosas sensibles y sus propiedades todas - movimiento, nacimiento, color, etc.- no son más que ilusión, vana apariencia, nada verdaderamente real, sino fantasmas. Parménides enseña que el conocimiento sensible es falaz.
Para Hegel con Parménides se inicia propiamente la filosofía, porque su pensamiento se ciñe a lo ideal o racional. Los filósofos anteriores, Tales de Mileto y otros como Anaximandro, Anaxímenes, Pitágoras, no habían alcanzado aún el pensamiento en toda su pureza. Afirmar que Parménides descubrió la razón, significa en este contexto dos cosas. De un lado, que fue el primero en darse cuenta de que hay un conocimiento racional, a diferencia del conocimiento empírico o sensible. De otro lado, significa que enunció por primera vez los principios ontológicos de identidad, de contradicción y el de tercero excluido.
En realidad, parece que ambos puntos de vista se combinan, cambio y permanencia, pues resulta extravagante decir que las cosas no cambian, sin embargo, también hay algo permanente como, por ejemplo, el cambio mismo, o las leyes que rigen la naturaleza.
Otro ejemplo es Venezuela, donde los cambios de política son a cada rato, se modifican frecuentemente los planes de seguridad ciudadana, la política cambiaria del país, se cambian los ministros del gabinete, surgen y mueren misiones de diferente tipo, se encienden y se apagan los motores de la economía, etc., todo a una velocidad vertiginosa de cambios; es la revolución gatopardiana, donde todo cambia, aunque para que las cosas sigan igual o peor. En efecto, el país permanece desde hace años en la misma mierda con el mismo gobierno chavista cabrón.
Caracas, Febrero 28 de 2017.


Sócrates
En mis andanzas por la filosofía he ido a veces a saltos de un pensador a otro, sin mucho orden, y he venido de adelante hacia atrás. Primero revisé a autores contemporáneos y ahora me he ido al origen de la filosofía con los griegos antiguos. En realidad, así es la vida, primero tomamos consciencia de un problema y luego comenzamos a investigar en varias direcciones y vamos retrocediendo en el encadenamiento de relaciones, causas y motivaciones del asunto en cuestión.
A primera vista me parecía que la filosofía de la antigua Grecia no tenía vigencia en la modernidad, pero al contrario, tiene la originalidad de reflexionar sobre el hombre y su entorno formulando planteamientos que hoy día tienen plena validez. En estas inquietudes filosóficas pareciera que no ha habido cambios a lo largo de la historia. Como decía Parménides, nada cambia.
En este sentido, Zenón, discípulo de Parménides, decía que nada cambia al punto que ni siquiera hay movimiento. Bueno, en realidad no es que lo negase, más bien decía que el movimiento es una ilusión de los sentidos, pero que racionalmente no se puede comprender.
Imaginemos, reflexionaba Zenón, una carrera entre Aquiles y una tortuga a quien se le concede una determinada distancia de ventaja. Pues bien, ocurre que cuando Aquiles llega al punto en que se encontraba la tortuga, ésta se encuentra ya en otro; y cuando llega a éste, la tortuga ya está en otro punto diferente, y así al infinito. Siempre habrá un segmento, por más pequeño que sea, que la tortuga llevará de ventaja a Aquiles y éste jamás logrará alcanzarla. En consecuencia, el movimiento es irracional y puesto que sólo es real lo que el pensamiento racional sostiene de manera coherente, resulta entonces que el movimiento no existe, la esencia de la naturaleza es permanente.
Sócrates, a su vez, pensaba que el verdadero saber no puede referirse a lo que cambia, sino a algo permanente. Precisamente, sostiene que el alma es inmortal y posee en sí misma las verdades en sus propias profundidades, está grávida de conocimientos, y es a través de la mayéutica que se ponen al descubierto tal cual una partera ayuda a dar a luz.
¿Y quién fue este Sócrates? Fue un personaje extraordinario y decisivo en toda la historia del pensamiento occidental, tanto así que ha sido comparado con Jesús que provocó un profundo cambio en la historia. De manera similar, Sócrates representa un cambio decisivo en el pensamiento a pesar de que no dejó nada escrito y sólo se le conoce por los testimonios que provienen básicamente de Platón y otros discípulos.
Sócrates (470-399 a.C.) vivió la época más esplendida de la antigua Grecia, el llamado siglo de Pericles, que convirtió a Atenas en el centro del imperio e impulsó su extraordinaria cultura. Gracias a Pericles se desarrolla una democracia directa, donde los propios ciudadanos intervenían personalmente en el manejo de la cosa pública.
Los recién llegados a la política sienten necesidad de prepararse para la nueva tarea, buscan adquirir los instrumentos necesarios para que su actuación en público sea eficaz, herramientas como el arte de la retórica y la oratoria, para expresarse con elegancia, convencer y ganar en las controversias. Los encargados de satisfacer estas necesidades fueron los llamados “sofistas”.
En efecto, los sofistas eran maestros ambulantes y que cobraban por sus lecciones, en algunos casos sumas bastante elevadas. En general, los sofistas eran de tendencia relativista, puesto que no les interesaba la verdad en sí misma, sino más bien embellecer los discursos y hacer triunfar una tesis cualquiera. Algo así como los abogados y los políticos de la actualidad, que al peor criminal lo pueden hacer ver como un inocente angelito, o viceversa.
En este contexto de crisis en los valores de la moral y el derecho, debilitados por el relativismo subjetivo, aparece un hombre capaz de desenmascarar el punto de vista de los sofistas y muestra que tal actitud no es ni coherente ni sostenible. Este personaje fue Sócrates.
En una época en que todos creen saberlo todo o poder enseñarlo todo, en pro o en contra indistintamente, sin importarle la verdad o justicia de lo que dicen, Sócrates proclama su propia ignorancia. Concluye que los demás creen saber, pero no saben ni tienen conciencia de su ignorancia, en tanto que él posee conciencia de la ignorancia que les falta a los demás. He aquí la sabiduría de Sócrates. Entiende que su misión será recordarles a los hombres el carácter precario de todo saber humano y llevarlos a tomar conciencia de los límites de la naturaleza humana
Sócrates filosofa conversando con los demás, mediante el diálogo. Su método tiene dos momentos: primero es la “refutación”, que consiste en mostrar al interlocutor, mediante hábiles preguntas, que las opiniones que cree verdaderas son contradictorias, incapaces de resistir un examen de la razón, alcanzando de este modo una purificación del alma, puesto que la ignorancia y el error equivalen al vicio y la maldad.
El segundo momento es el de la “mayeútica” que consiste en guiar al interrogado para que encuentre sus propias respuestas. El maestro no representa sino que un estímulo, en cambio, el discípulo debe llegar a la conclusión correcta mediante su propio esfuerzo y reflexión. Algo así como el coaching ontológico de la actualidad.
Sócrates sufrió, sin embargo, la desconfianza de muchos de sus contemporáneos, debido a sus fastidiosos interrogatorios y la actitud irónica que ponía al descubierto la ignorancia de los demás. Además, les disgustaba la postura crítica que tomó frente al Estado ateniense y la religión establecida. Fue acusado en el 399 a. C. de despreciar a los dioses y corromper la moral de la juventud. Fue condenado a muerte y Sócrates hizo una réplica irónica a la sentencia del tribunal que enfadó tanto al jurado que éste volvió a votar a favor de la pena de muerte, esta vez por una abultada mayoría. Relata Platón que éste pudo haber eludido la condena gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió acatarla y morir, pues se sentía obligado a cumplir la ley, aunque fuese injusta, pues peor sería la ausencia de ley. Para Sócrates lo importante era mantener una conducta virtuosa.
Caracas, Marzo 15 de 2017.


Platón
En estos días he recibido la noticia de que mi hermano va a empezar a trabajar en la Universidad Tecnológica de Chile INACAP, lo cual me parece muy importante, tanto por los estudiantes que tendrán la oportunidad de recibir enseñanzas de una persona con una brillante formación académica de post-doctorado en su especialidad, como por él mismo puesto que podrá nutrirse del entusiasmo y la vitalidad de la juventud de sus discípulos.
No hay duda que con esta experiencia Jorge saldrá de las sombras de la caverna de Platón donde vivía últimamente, cuyas tinieblas distorsionan la realidad con imágenes que delinean fantasmagóricamente las cosas reales, al punto que se confunden las vivencias personales en la penumbra de divagaciones existenciales. Ahora deberá enfrentar la luminosidad del exterior de la caverna, que primero lo enceguecerá, pero luego le mostrará la verdadera realidad a la luz del sol.
Pues sí, esta alegoría de la caverna es famosa ya que a través de ella Platón describe su filosofía y le permite explicar que estamos inmersos en dos mundos, o dos órdenes del ser, el mundo sensible y el mundo de las ideas o mundo inteligible; en consecuencia, hay dos tipos de conocimiento, la doxa u opinión, por un lado, referida a la percepción sensorial imperfecta como una copia no fiable de la realidad, y por otro lado, la episteme o conocimiento que resulta de la razón.
Platón (Atenas, 427-347 a.C.) fue un importante filósofo griego discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, con incomparable influencia en el pensamiento occidental hasta nuestros propios días. Fundó la Academia, escuela y centro de investigación donde se cultivaron no sólo la filosofía, sino todas las ciencias, con notable influencia hasta que fue cerrada 900 años después.
Platón señala que el verdadero saber no puede basarse en lo que cambia, sino debe sostenerse en algo permanente, en lo que realmente “es”, similar a como lo había sostenido Parménides respecto del ente. Ese invariable lo encontró Sócrates en los conceptos y en las definiciones, en tanto que Platón lo amplia al mundo de las ideas.
Por el contrario, si el saber se edificase sobre las cosas sensibles estaríamos sumergidos en un relativismo, como la conclusión que sacó Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas”. De manera que el verdadero conocimiento no puede provenir de los sentidos debido a su carácter vacilante y contradictorio; una vara fuera del agua parece recta, hundida en ella nos parece quebrada.
En este sentido, Platón postula otro mundo, el mundo de las ideas o mundo inteligible, del que el mundo sensible no es más que una copia similar a las sombras de la caverna de la alegoría. Las ideas no se refieren a su aspecto psíquico, sino que para Platón las ideas son cosas reales, verdaderamente reales, más reales que las montañas, los planetas, etc.
Para explicar que el conocimiento de las ideas las adquirimos antes de estar en este mundo, Platón recurrió al mito, quizás como explicación simbólica que no es preciso tomar literalmente. Antes de nacer el alma habría habitado el mundo de las ideas, luego al ocupar el cuerpo mismo y venir a este mundo se atraviesa el río Leteo, o río del Olvido, y las ideas se olvidan, aunque quedan latentes, de manera que después en la vida estas ideas se van recordando más o menos oscuramente: Aprender no es sino recordar. Lo importante es destacar que este conocimiento, independiente del conocimiento sensible, es un conocimiento a priori, en el sentido de que es independiente de la experiencia, puesto que tiene validez sin que la experiencia pueda modificarlo.
En la alegoría de la caverna precisamente Platón expresa que al comienzo de nuestra existencia somos como los prisioneros del antro, vivimos en el anonimato, en el olvido de nosotros mismos, no somos auténticas personalidades libres, como diríamos en términos actuales, nos encontramos sometidos al poder del medio social que nos impone un modo de conducta, una moda, una televisión, una forma de vestir, un peinado, etc. En estas condiciones las personas no tienen ni libertad ni verdadero conocimiento de la realidad y, lo más grave, ni siquiera están conscientes de su ignorancia.
Los prisioneros observarán la torpeza de quien vuelva a ingresar al antro, no adaptado a la penumbra, razón por la cual van a consideran dañino estar en el exterior, de manera que se resistirán a quien pretenda liberarlos, inclusive matarán a quien lo intente, como ocurrió con Sócrates que quiso romper las cadenas de la ignorancia de sus conciudadanos.
Jorge, por favor, cuídate. No te vaya a ocurrir con tus estudiantes lo que le pasó a Sócrates y te obliguen a beber la cicuta.
Caracas, Abril 04 de 2017.


Aristóteles
Cuando observo la convulsionada y dramática situación de Venezuela, donde se desbordan las pasiones en una vorágine de violencia que ya nadie sabe en qué puede terminar, me viene a la mente el desarrollo del pensamiento racional que surgió con enorme vitalidad en la antigua Grecia, hace 8.000 años. Hubo extraordinarios filósofos que entre muchos destacan Sócrates, Platón y Aristóteles. El pensamiento se reconoció como fuente del conocimiento y de la virtud.
Me parece que poco hemos progresado en tantos años. Ahora manejamos una extraordinaria tecnología para atender nuestras necesidades materiales, pero nuestra condición racional se ensombrece en medio de los conflictos sociales que nos enfrenta unos con otros con inusitado fanatismo que sobrepasa los límites de la convivencia.
Por supuesto, no es que los griegos fueran unos angelitos ni que no tuvieron conflictos con sus vecinos. De hecho, el rey de Macedonia Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles en su juventud, fue el gran guerrero que conquistó desde Grecia hasta Egipto y el Asia Central.
Tampoco todo lo que pensaban los griegos era brillante, por ejemplo, Aristóteles decía que a la mujer le faltaba algo, era un “hombre incompleto”. En la procreación la mujer sería pasiva y receptora, mientras que el hombre sería el activo y el que da.
En realidad, apartando lo dicho anteriormente, Aristóteles fue un extraordinario pensador y muchos años después su filosofía ejerció una gran influencia en Santo Tomás de Aquino, puesto que éste último toma el pensamiento de Aristóteles para ponerlo al servicio de su teología cristiana para dar respuesta al problema de las relaciones entre fe y razón o entre la revelación y el conocimiento natural.
Aristóteles es importante junto a Platón, su maestro, ya que ambos representan dos tipos clásicos de filosofía, dos actitudes contrapuestas frente a la realidad. Platón personifica al idealista que tiene su pensamiento orientado a un mundo perfecto, de ideas eternas y bellas, que no es este mundo sensible. Por el contrario, Aristóteles representa el realismo, puesto que para él la realidad “es” este mundo concreto en que vivimos y nos movemos.
Platón opinaba que las Ideas eran más reales que todos los fenómenos de la naturaleza. Para él, por ejemplo, primero estaba la “idea de casa”, después estaban todas las casas del mundo de los sentidos, es decir, la «idea de casa» estaba antes de las casas concretas. Sin embargo, Aristóteles pensaba que Platón había dado la vuelta a todo. Estaba de acuerdo con su maestro que existe el concepto de “casa”, pero este concepto surge después de ver cierto número de casas, es decir, la idea de casa no existe en sí.
Aristóteles decía que no existe nada en la mente que no haya estado antes en los sentidos, en tanto que Platón podría haber dicho que no hay nada en la naturaleza que no haya estado antes en el mundo de las Ideas
Opinaba Aristóteles que la filosofía platónica duplicaba innecesariamente las cosas, puesto que Platón afirmaba que hay dos mundos, el sensible y el inteligible. De esta manera sólo complica el problema metafísico, pues en vez de explicar un mundo, habría que explicar dos.
Para Aristóteles el ser, por ejemplo, de una silla es “in se”, es decir, en sí o por sí mismo, de manera que existe de manera independiente, en tanto que el color o el tamaño no existen de por sí, sino cuando están en otro ente, cuando se adhieren en él. El ser “en sí” suele denominarse “substancia”, los demás modos de ser son accidentes: cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, posición, posesión, acción y pasión. Estos diez modos de ser los llamó Aristóteles “categorías”.
La substancia está constituida, según Aristóteles, por dos factores, esto es, por la materia y la forma, por ejemplo, una mesa tiene como materia la madera y la forma es la de una mesa. La materia es aquello que expresa ¿de qué está hecho? y la forma es aquello que responde a ¿qué es esto? La forma equivale a la esencia y es lo determina que, en el ejemplo, la madera sea mesa y no silla u otra cosa.
Pues bien, ¿y de qué sirve todo lo anterior? Recordemos que Platón decía que la verdadera realidad se encuentra en la ideas, en tanto que Aristóteles señala que lo determinante, lo que es real, es la forma (la esencia) y no la materia (contenido), que es lo propiamente cognoscible, es decir, se conoce algo cuando se capta su forma, lo cual se realiza con el intelecto y no con los sentidos.
Materia y forma coexisten como dos aspectos inseparables de una sola realidad, pero no están en una relación que constituya un estado de equilibrio. Así, el nivel más básico donde predomina la materia sobre la forma sería para los elementos básicos: tierra, agua, aire y fuego. El nivel superior de predominio de la forma sobre la materia está constituido por el hombre que, según Aristóteles, su materia es la vida sensitiva, y su forma es el alma racional, la razón.
Y entonces Aristóteles se plantea el problema de si por encima del hombre no hay todavía alguna forma de ser superior. ¿Acaso habrá un ente que sea pura esencia, sin residuo alguno de materia, algo que sea plenamente de una vez y para siempre, de manera perfecta?
 Aristóteles contesta afirmativamente, más aún, explica que es necesaria la existencia de un Dios que haya puesto en marcha todos los movimientos de la naturaleza. Claro, este Dios no tiene nada que ver con el Dios cristiano, pues este ente es un ser impersonal, no creador (el mundo sería eterno, según Aristóteles), indiferente acerca del curso del mundo, no hace nada ni actúa en modo alguno sobre el mundo, porque en tal caso se ocuparía de algo menos digno que él y perdería su perfección.
¡Vaya, qué situación! Quizá esto explica la realidad de Venezuela, estamos sin Dios que nos ampare. O dicho de otra manera, este Dios indolente se dedica a mirarse el ombligo, embebido en sus propios pensamientos, mientras tenemos un desastre cada vez más grave en Venezuela.
Pues, entonces, no nos queda más remedio que lograr algún día entendernos entre nosotros mismos, antes que lleguemos a la paz de los cementerios. Como dice Aristóteles, debemos asumir una conducta del “justo medio” propia del hombre prudente, esto es, no adoptar el vicio de los extremos, como por ejemplo, la temeridad que es vicio por exceso o la cobardía por defecto, en este caso la virtud consiste en la valentía. Del mismo modo no debemos ser ni tacaños ni pródigos, sino generosos, tal como pasa con la comida, es peligroso comer demasiado poco, pero también es peligroso comer en exceso.
Definitivamente necesitamos prudencia y tolerancia, tolerancia con tantos imbéciles que nos gobiernan… ¡Qué difícil es la tolerancia!
Caracas, Julio 12 de 2017.


El Helenismo
¿Qué buscamos en la vida? ¡Vaya pregunta! No es sencilla una respuesta general, pues algunos buscan alcanzar el poder y se les va la vida en la conquista del mismo, en tanto que para otros su propósito es alcanzar la gloria, en el sentido de llegar a un punto máximo de un esfuerzo particular para lograr el placer del logro. También los hay, y son muchos, quienes buscan la riqueza material y su vida es una permanente carrera para la consecución de bienes y dinero… y cuando algo de ello alcanzan ya poca vida les queda para disfrutarlo.
Hay otros que dedican su vida a salvar el alma o, al menos, es lo que dicen, mediante la purificación del espíritu, y la técnica en algunas religiones es relativamente sencilla, por ejemplo, en el cristianismo basta que cuando se está a punto de estirar la pata se tenga un profundo arrepentimiento sobre todos los pecados cometidos en la vida y de inmediato se obtendría el pasaporte para el cielo, o en el caso de los radicales yihadistas, basta suicidarse en un acto terrorista de su guerra santa y que se mate a muchos infieles, lo cual asegura un cupo al lado de Alá. En fin, hay de todo.
A los griegos de la antigüedad se les ocurrió pensar más racionalmente en estos asuntos, se hicieron estas preguntas y discurrieron varias respuestas. En este sentido, Aristóteles planteó que el fin último o bien supremo de toda acción humana es la "felicidad". En realidad, él habló de la “eudaimonía” en su Libro de Ética para Nicómaco, pero para efectos prácticos es más o menos lo mismo que ahora entendemos por felicidad, o estado de bienestar.
Según Aristóteles la felicidad es el resultado de la excelencia, de la virtud, es decir, el hacer las cosas bien ejerciendo la razón de una manera profunda y asumiendo una vida prudente. Estas ideas en la búsqueda de la manera más digna y mejor de vivir y de morir para los seres humanos continuaron a la muerte de Aristóteles, particularmente en lo que se ha llamado el período del helenismo - a partir de la muerte del Alejandro Magno hasta el dominio del Imperio Romano - caracterizada como una época de predominio de la cultura griega que dominaba los reinos de Macedonia, Siria y Egipto.
En este nuevo ambiente cultural surgen nuevas corrientes filosóficas que se ocuparon del asunto de cómo conseguir la verdadera felicidad, entre ellas tenemos a los cínicos, estoicos y epicúreos.
Los cínicos, no en el sentido moderno de la palabra que significa insolente, desvergonzado y descarado, sino que referido a los griegos que entendieron que la felicidad se alcanza llevando una vida de perros, es decir, una vida asceta que no depende de cosas externas como el lujo, el poder político o la buena salud, cosas que son fortuitas y vulnerables. Los cínicos consideraban que no debían preocuparse por el sufrimiento, ni la muerte, incluso ni siquiera debían preocuparse por el sufrimiento de los demás.
Para los cínicos la felicidad viene dada por una vida simple y acorde con la naturaleza, asumen un desprecio por las riquezas y cualquier otra forma de preocupación material. Plantean como idea clave de la libertad y la felicidad que mientras menos necesidades, hay menos sufrimientos.
En tanto que los estoicos destacaban que todos los procesos naturales, tales como la enfermedad y la muerte, siguen las inquebrantables leyes de la naturaleza, en consecuencia, el ser humano ha de conciliarse con su destino, pues sirve de poco quejarse del mismo. La felicidad consiste en un tipo de vida conforme a la naturaleza humana, que es racional, de modo que la paz interna se logra mediante la resistencia al sufrimiento y a las opiniones de los demás, esto es, un soportar los rigores de la vida con el mejor ánimo.
El objetivo de los cínicos y estoicos era aguantar toda clase de dolor, lo cual es distinto a centrar los esfuerzos en evitar el dolor. Precisamente este último es el planteamiento de los epicúreos, el arte de vivir es evitar el dolor.
Epicuro decía que era importante el placer derivado de una acción, sin embargo, este resultado debe ser evaluado con sus posibles efectos secundarios. Además, el placer a corto plazo tiene que considerarse frente a la posibilidad de un placer mayor a más largo plazo. Por otro lado, no necesariamente el placer se refiere al placer sensual, sino también existen placeres espirituales como la amistad, el arte, etc.
La felicidad, sublime tesoro ansiado y perseguido por todos, es sin embargo un camino que no es único ni absoluto que se deba seguir, incluso en opinión de algunos pensadores, llevados por un espíritu pesimista, la consideran una meta imposible de alcanzar y la reducen a un simple estímulo de vida en persecución de un ideal utópico e inasequible.
Aun así, el ideal de una sociedad feliz es muy antigua en la humanidad. De hecho, Simón Bolívar consideraba que “el sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible…”. Claro, es una ironía de la vida darse cuenta que los nuevos bolivarianos chavistas precisamente han logrado todo lo contrario, en aras de luchar contra la injusticia social han conseguido producir las mayores desgracias en un país abundante de riquezas naturales, han destruido la economía, la seguridad ciudadana y la democracia, dando espacio libre a la delincuencia, corrupción y autoritarismo que han llevado el país a un estado de anomia social.
Tal vez el sentimiento que invoca de manera más efectiva a la felicidad sea el amor, aunque son evidentes las contradicciones que provoca cuando se desbordan las pasiones humanas en el seno de un romance. Quizás la opción para alcanzar la felicidad sea el amor en el sentido más trascendente de acto incondicional de dar.
Caracas, Agosto 19 de 2017.



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lunes, 13 de febrero de 2017

Navegando en la Filosofía - III

Navegando en la filosofía III 

(Recopilación) 


Alex Villanueva A.
Caracas, Febrero 2017.



Michel Foucault
En mis paseos por la filosofía me he detenido bastante tiempo en este filósofo, pues no lograba centrarme en las ideas claves de su pensamiento. No he quedado completamente satisfecho, ya que intentaba vincular el desarrollo de los conceptos de este pensador con el problema del poder en Venezuela, pero el tema está en un contexto mucho más amplio. Sin embargo, creo que puedo hacer un bosquejo rápido de su pensamiento central bajo la habitual caracterización de su pensamiento como ubicado en el “estructuralismo”, aun cuando él no aceptaba tal etiqueta.
Michel Foucault (Francia, 1926-1984) fue un historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo, importante estrella del pensamiento francés en la década de los años 60 y 70, y cuyas interesantes ideas se inscriben dentro de una radical crítica a los logros del sistema industrial y capitalista que ponen en entredicho la sociedad de bienestar.
La evolución de su pensamiento hizo que lo pudieran percibir como contradictorio con sus propias ideas iniciales, según se le planteó en una entrevista, y su burlesca respuesta fue: “¿Ud. cree que he trabajado duro todos estos años para decir lo mismo y no haber cambiado mis ideas?”
De manera simple, se entiende que para el estructuralismo la realidad humana no se puede comprender a través del individuo como elemento aislado, sino a través de patrones subyacentes de conocimientos que conforman estructuras profundas e inconscientes que la determinan y explican todas las conductas humanas, las instituciones sociales y los procesos históricos.
Según Foucault, en las situaciones históricas siempre hay estructuras de base que están escondidas (epistemes o campo epistemológico) y que condicionan lo que el ser humano piensa y hace, así también determinan los intereses, principios, valores y prácticas propias de aquel momento.
La episteme, algo así como el paradigma en el sentido de que es un patrón para comprender la realidad, impone sus reglas a todos los individuos de una época, determina la estructura de su pensamiento y ofrece una particular visión del mundo. Ahora, a lo largo de la historia hay epistemes que se desvanecen y surgen otras nuevas, no necesariamente en una sucesión lineal, sino mediante rupturas epistemológicas.
Así, nuestra modernidad se habría iniciado a comienzos del siglo XIX con el particular rasgo de su episteme que conceptualiza al hombre como un individuo autónomo y racional. Este sujeto, en estos términos, se convierte en objeto de estudio de las ciencias humanas.
Sin embargo, Foucault declara que “el hombre ha muerto” parafraseado a Nietzsche quien en su momento expresó: “Dios ha muerto”. ¿En qué sentido muere el hombre? Por supuesto que no se refiere a la desaparición de la especie humana, sino a la superación de un concepto del hombre que ha servido para justificar las mayores atrocidades en la historia. Precisamente muere en el sentido de sujeto supuestamente autónomo y racional que se concibe como punto de partida del conocimiento y centro en la conformación de la realidad. En cambio, ahora el centro es la estructura y el sujeto está dentro de dicha estructura o, en términos de Foucault, condicionado por la episteme vigente derivada del ejercicio del poder.
El sujeto adquiere una identidad a través del saber, este saber nos hace individuo, pero el saber está en estrecha conexión con el poder que despliega sus múltiples fuerzas para someter y dominar a ese sujeto. Además, el poder se filtra en todo el tejido social y se apoya en ciertos discursos de su particular verdad que se trasmite y, a su vez, multiplica los efectos de ese mismos de tal poder. Por este motivo, Foucault dice que el individuo es un efecto del poder a consecuencia de los mecanismos que denomina el “biopoder”.
De hecho, los gobiernos buscan controlar a la gente sin necesidad de reprimir, por ello intentan que la gente se comporte y desee lo que el gobierno necesita, es decir, implanta dispositivos de autodisciplina que le facilitan el ejercicio del poder. La población se vuelve cada vez más dependiente del gobierno y va perdiendo la capacidad para identificar sus propios intereses. Así, el biopoder es una suerte de apropiación de la vida de los individuos, donde la verdad del gobierno establece su hegemonía y dominación.
Verdad y poder son términos estrechamente unidos. La verdad nunca está ajena del poder y cada sociedad tiene su propia noción de la verdad, tiene sus propias reglas para decidir qué es lo verdadero y qué lo falso. Entonces, el objetivo no es liberar la verdad del poder, asunto que es imposible según Foucault, sino separar el poder de las actuales formas de la verdad que actúan como elementos de dominación y subyugación.
Este problema de la dominación y el sometimiento lleva a Foucault a examinar la actuación del poder no desde los mecanismos del Estado, sino desde sus últimas ramificaciones, formas locales y concretas, que denomina la microfísica del poder. Para examinar las relaciones de poder en su más cruda realidad Foucault centró sus análisis en las instituciones carcelarias.
Observó que de los mecanismos penales surge un conjunto de técnicas disciplinarias que se fueron extendiendo al ejército, las escuelas, los hospitales, las fábricas, etc., para formar individuos normalizados con conductas, pensamientos, discursos que son pautados desde las instancias del poder.
El análisis de Foucault acerca de los mecanismos disciplinarios del poder tiene como propósito superar el actual estado de sometimiento y dominación. El objetivo que se plantea es lograr que el ser humano amplíe cada vez más el ámbito de su libertad, que las técnicas disciplinarias se tornen en nuevas técnicas del sujeto libre.
Mientras escribía estas líneas no he dejado de pensar en Venezuela y su drama por la lucha del poder. No hay duda que la pérdida de la legitimidad del actual gobierno está en evidencia porque ya ni siquiera ejerce algún biopoder, en palabras de Foucault, sino que sólo sobrevive por el uso descarado de la represión y la arbitrariedad que lo ha desenmascarado como una dictadura que no puede ser admitida en los nuevos tiempos. La esperanza está en el poder de la ciudadanía.
Caracas, Octubre 21 de 2016.


¿Todavía alguien me sigue? Bueno, no importa, siempre me queda la opción de pensar y tener interesantes tertulias conmigo mismo, quizás algún día me termine convenciendo de mis ideas.
En mis paseos por el pensamiento filosófico me he encontrado con el problema del lenguaje y el pensamiento, ambos inseparables. De hecho, nuestras interpretaciones de la realidad están hechas de lenguaje, pues pensar es un fluir de palabras en nuestra mente, tanto así que es común ver en la calle a personas completamente ensimismadas y gesticulando en una conversación consigo misma. También ocurre que cuando tenemos una idea confusa y no la logramos esclarecer sino hasta que encontramos las palabras apropiadas.
Es interesante este asunto, pues a primera vista el lenguaje parece simplemente el vehículo que sirve para comunicar y que no interviene en la manera cómo se capta la realidad. Sin embargo, esto no es tan sencillo, razón por la cual en el siglo XX se puso al lenguaje en el centro de la actividad filosófica a través del denominado “giro lingüístico”, donde destacan pensadores como Wittgenstein, Husserl, Heidegger, Austin, Derrida, etc.
El tema es complejo, sinceramente no entendía mucho de este asunto, lo cual me motivó a estudiar a Jaques Derrida (1930-2004), filósofo francés de origen argelino que postula la llamada Deconstrucción, quien dijo su famosa frase: “nada hay fuera del texto” (texto en el sentido de enunciado gráfico, fónico o gestual, con una intención comunicativa). La verdad, no entendía mucho… ahora no entiendo nada.
Un día caminando despreocupado por el parque me tropecé con las raíces de un árbol y me caí, me golpeé durísimo, entonces en medio del dolor pensé: no hay nada fuera del texto. ¿Carajo, o sea, para quejarme tendría que escribirlo? ¡No!, para quejarme no necesito el lenguaje, ni textos. Sin embargo, instintivamente dije: ¡Mierda, mierda! Palabras, palabras… estamos llenos de palabras, rodeados de palabras, obviamente estamos encerrados en el lenguaje.
Entonces ¿qué hay fuera del texto? Por supuesto que hay muchas cosas, entre otras cosas está la realidad. No es que no haya nada fuera del texto, pero para referirnos a cualquier cosa necesitamos el lenguaje, no hay nada que podamos despojar de lenguaje para referirnos a ello. Si decimos que fuera del texto está la realidad, estamos utilizando palabras y no tenemos alternativa para expresarnos de otra forma. Es en este sentido que no hay nada fuera del texto, no hay nada que no está referido al texto, al lenguaje.
De modo que todo se juega en el lenguaje, pero ocurre que éste no es transparente ni algo natural, las palabras no salen de las cosas, los objetos no tienen una etiqueta donde esté su nombre, ni la sintaxis surge de tales cosas, ni la realidad tiene sustantivos, adjetivos, verbos, etc., sino que es el sujeto quien ordena las palabras según un significado y reglas preestablecidas. Entonces, ¿cada cual utiliza sus propias palabras?, pues no, cada cual usa palabras ajenas que ha aprendido de algún modo.
Alguien podría decir que el lenguaje nos ayuda a describir la realidad, o quizás sea al revés, la realidad la interpretamos a través del lenguaje que está en nuestras mentes, o más bien, es el lenguaje que suscribimos quien nos estructura la realidad. Me refiero al lenguaje que adoptamos, o mejor dicho que se nos ha impuesto, el que ha evolucionado, se sedimenta y cambia en la sociedad a lo largo de los años.
¡Vaya temita!... ¡y nos creemos libres! ¡Nos creemos dueños de sí mismos! Cuando realmente somos expresión de un leguaje que no es propio, con reglas ajenas a uno mismo y palabras que otros inventaron. El lenguaje es como unos lentes ajenos de colores cambiantes con los cuales percibimos la realidad.
Derridá lo hace todo inestable, todo lo derrumba, no hay una sola verdad, todo parece ser de otra manera. Con su “deconstrucción”, muestra que hay muchas interpretaciones de un hecho, hecho que lo conocemos a través del lenguaje, y si alguien ha eliminado las otras opciones es porque se ha impuesto una sola a través del poder, no siempre visible. Entonces, como no hay una verdad, simplemente se ocultan las otras interpretaciones.
Precisamente, la deconstrucción de Derrida consiste en mostrar que detrás de la interpretación de un texto hay otras interpretaciones igualmente válidas, de manera que el arte de la filosofía es demostrar que frente a alguna idea establecida como definitiva, obvia y segura, realmente hay otras interpretaciones que están detrás de una trama o historia oculta que se debe desentrañar, se debe poner en la superficie.
Así, por ejemplo, el concepto de democracia en nuestra parte occidental del mundo la entendemos de determinada manera y nos parece definitiva, pero en realidad hay en la historia muchas maneras de entenderla, sin embargo hay una que se ha impuesto en la actualidad en detrimento de las otras, y mañana puede ser diferente. Esto significa que en la sociedad se ha impuesto el concepto vigente de democracia de alguna manera a través del ejercicio del poder.
Entonces, si hay normalidad, digamos, hay paz, es porque alguien ha impuesto determinado modelo de convivencia sobre las muchas otras alternativas, ha eliminado las otras posibilidades. Esto no es más que la violencia de la imposición del poder.
Para Derrida la deconstrucción no es sólo una cuestión lingüística que nos permite escarbar en los textos para encontrar los sentidos ocultos de las cosas, sino que el deconstructivismo es una actitud de vida que nos permite revelar el carácter abierto y paradojal de lo que somos y hacemos. Una actitud deconstructiva es una actitud anti-dogmática, en el sentido de aceptar que todo puede ser de otra manera y, quizás, nuestro destino sea avanzar siempre hacia una gran incertidumbre.
Caracas, Noviembre 16 de 2016.


La biopolítica
Cuando estudiaba en la Universidad, en mis lejanos tiempos de juventud, recuerdo haber leído algunas referencias sobre el pensamiento de Louis Althusser, en particular sobre sus ideas planteadas en su obra “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. Althusser señala que los aparatos de Estado funcionan a la misma vez mediante la represión y la ideología.
En este sentido, dice que las instituciones del Estado como la escuela, el ejército, la prensa, la radio, la T.V., la iglesia, los tribunales de justicia, los sindicatos, las instituciones culturales, etc., buscan asegurar el sometimiento a la ideología dominante en aras de reproducir el orden establecido, esto es, la reproducción de las relaciones de producción, digamos más general, las relaciones capitalistas de explotación.
Por supuesto, es tan claro este concepto en los regímenes de inspiración marxista que naturalmente imponen también su dominio a través de la ideología que difunden con los medios que van controlando progresivamente con el Estado. Esto no tiene ningún misterio. Lo preocupante del asunto es que somos una suerte de marionetas de cuya condición no estamos conscientes para nada y pensamos que nuestras creencias, valores y principios surgen genuinamente de nuestro propio ser.
La experiencia de Venezuela en su intento por imponer un modelo de socialismo, en su versión tropicalizada y con rasgos de republiqueta bananera, muestra el tremendo esfuerzo del gobierno por alcanzar la hegemonía comunicacional y divulgar desde esa plataforma su pensamiento ideológico y panfletario, por ejemplo, divulgar que ser rico es malo, que los empresarios son explotadores, que los comerciantes son especuladores, que la propiedad privada es ilegítima, que la meritocracia es nefasta, que el hombre nuevo es superior, que el pueblo es quien manda, que los opositores son apátridas, etc. Medias verdades con medias mentiras.
Pero, observo que el enfrentamiento ideológico en la sociedad de algún modo debe apelar a la razón, al menos en parte, lo cual abre la posibilidad de que la población no sea un simple rebaño que avanza en la dirección de algunos mesiánicos pastores que se dicen representantes del interés de la mayoría. Sin embargo, aparte de lo ideológico, es muy inquietante el nuevo concepto que propuso el filósofo Michel Foucault en la década de los años 70, la biopolítica.
La noción de biopolítica se desarrolla poco a poco en las reflexiones de Foucault, luego ampliadas, entre otros, por los filósofos italianos Giorgio Agamben y Roberto Esposito. Se puede entender de una manera simple como el conjunto de conocimientos y técnicas que convierten la vida de los seres humanos en el instrumento por medio del cual el Estado alcanza sus objetivos.
Entonces el control de la sociedad no sólo se realizaría mediante la ideología, sino que también a través del control de la vida de los individuos. Así el Estado se encarga de potenciar las capacidades físicas e intelectuales que consideran valiosas en las personas, ya que éstas permitirían lograr sus propósitos de dominación. El ser humano pasa a ser simplemente una materia prima, como un recurso natural cualquiera, de la cual los agentes del poder intentan extraer los mayores beneficios posibles.
En este contexto, particularmente el Estado capitalista requiere que las personas actúen con fines y estrategias completamente económicas y sus proyectos vitales estén totalmente inundados de una racionalidad economicista, es decir, se conviertan en “homo oeconomicus”.
De forma que para obligar a las personas a una vida en permanente competencia y asegurar mercados donde siempre se compita, el Estado desarrolla una estructura de desigualdad que minimice la cooperación entre los individuos y no facilite los vínculos sociales.
Así entonces, la economía de mercado más que un sistema de libertad es un modelo de administración de las libertades. Es decir, el sistema necesita ofrecer ciertas libertades para que la competencia funcione, pero al mismo tiempo la restringe para que no se pueda renunciar al modelo competitivo de vida. La libertad no es un fin ético, sino una condición funcional del mercado.
Ahora, en la actualidad, con los desarrollos de la ciencia y la tecnología, la capacidad de intervenir sobre todas las formas de vida se expande sin cesar a niveles verdaderamente dramáticos. Por ejemplo, tan sólo observemos el impacto en la sociedad y en la conducta de las personas de la publicidad comercial.
Entonces, todos creemos que elegimos libremente nuestro camino de vida y que nos realizamos con el logro de las metas supuestamente nuestras, pero en realidad no somos más que instrumentos del poder que controla todo, que controla tanto la vida pública y como la privada, que nos induce a tomar decisiones como si fueran auténticamente nuestras.
El poder expresado en su sentido negativo se ejerce a través de la represión, pero con la biopolítica el poder toma otra dimensión puesto que actúa mediante la normalización, sin necesidad de reprimir, es decir, se imponen reglas y modelos de lo que se considera normal, para deslindarlo de lo anormal, prohibido, pecaminoso, degenerado, delictivo, etc. Así todos nos ajustamos a lo que se estima correcto en esta especie de domesticación del ser humano, de modo que con este mecanismo el poder establecido logra controlar toda nuestra vida.
En consecuencia, la vida se ha vuelto cualquier cosa menos algo espontáneo. Pareciera que la individualidad se ha vuelto sólo una ilusión y nos dejamos llevar por lo que Nietzsche llama la moral de rebaños, la mentalidad inconsciente de esclavos.
Definitivamente necesitamos alcanzar un nuevo paradigma de vida que rompa las ataduras que han cercado nuestra libertad individual y alcanzar una vida verdaderamente auténtica. Por mi parte, para empezar, de vez en cuando me dedico a reflexionar, no mucho para no exagerar. Quizás debemos ser como la oveja negra del rebaño y caminar en cualquier otra dirección.
Caracas, Diciembre 29 de 2016.


La libertad individual
El tema de la libertad individual es un tema recurrente en mis preocupaciones metafísicas, verdaderamente siempre me ha inquietado saber hasta dónde gozamos de libertad. Mientras más lo pienso, más me doy cuenta que el tema no es sencillo, y comienzo por recordar que cuando niño el cura de religión nos decía que tuviésemos cuidado, pues Dios sabía todo de cada uno de nosotros, incluso sabía lo que haríamos y pensaríamos mañana y todos los día de nuestras vidas.
Por supuesto que tales enseñanzas, con la severa expresión del cura, nos infundían bastante temor, incluso sentíamos terror cuando cobijábamos algún pecadillo en el interior, pero más tarde me di cuenta que si Dios ya estaba enterado de todo entonces cada individuo sólo seguía un programa pre-establecido, de modo que yo no podría ser culpables de nada, la culpa sería del que hizo tal programa.
Por el contrario, si Dios no está enterado de mi futuro puesto que serán mis libres decisiones las que prevalecerán, significa que Dios es algo limitado y defectuoso, un poco a imagen y semejanza de nosotros mismos, de modo que este Dios no tiene la cualidad de la omnisciencia, no lo sabe todo, o sea, no es Dios; u otra interpretación, permítanme la blasfemia, Dios sencillamente no existe.
San Agustín de Hipona (354-430), prolífico pensador del cristianismo, fue el primero en hablar del libre albedrío - capacidad que tiene el ser humano de obrar voluntariamente, de tomar decisiones, de orientar su vida y sus acciones – al cual le atribuye el origen del pecado del hombre según sus elucubraciones teológicas. Pero no es mi intención indagar en el punto de vista teológico, sino más bien quiero intentar alguna reflexión filosófica del tema.
En este sentido, he leído con detenimiento el libro “El valor de elegir” de mi viejo amigo el filósofo Fernando Savater, a quien le tengo una gran estima porque es de los pocos autores que ha hecho accesible la filosofía a neófitos como yo, a las personas común y corriente. Comienza explicando que la diferencia genética del ser humano con los chimpancés es mínima (dicen que es menor que 1%), y no es mucha con el cerdo o con los gusanos; sin embargo, nuestra diferencia esencial está más allá de la dotación genética… por supuesto, a excepción de algunos que llevan vida de cerdos o son como gusanos.
En efecto, dice el autor, el ser humano no está totalmente programado para actuar sólo por los instintos, como es el caso de los animales, sino que el ser humano tiene la capacidad para decidir e inventar acciones que transforman la realidad y a sí mismo. Esta disposición es la libertad.
La diferencia está en que los animales viven sin proponérselos, en tanto que los humanos debemos proponernos planes de vida para vivir. No somos simple hojas llevadas por el viento, sino que actuamos aplicando el conocimiento y la imaginación para decidir con la voluntad propia en el campo de lo posible, asumiendo naturalmente el riesgo de la ignorancia que nos quepa. Estamos condenados a ser libres, decía Jean Paul Sartre.
De modo que nuestra distinción clave es que no obramos por simple instinto o reflejo, sino que lo hacemos de manera intencional. Ahora, ¿cómo sabemos que un acto es intencional? Pues, cuando el sujeto puede responder “¿para qué?” y “¿por qué?” de la acción.
El “para qué” se refiere a la intención del sujeto agente y el “por qué” al motivo. Es la voluntad la que decide por un motivo u otro, no es el motivo mismo la causa. Esto implica un procesamiento mental, una racionalidad, que consiste en el proceso de evaluación de la realidad, la búsqueda de alternativas y la toma de decisiones que configuran lo que Aristóteles llamó “proairesis”.
Es la interacción de la razón y el deseo la que definen nuestro querer. Pero la libertad no se refiere exactamente a lo que “queremos hacer”, sino más bien a lo que “podemos hacer” en base a nuestra propia capacidad y a las limitaciones del entorno.
El grado de libertad, o sea, el espacio de alternativas donde elegir, nuestro abanico de posibilidades, depende de nuestra propia capacidad. No podemos elegir, por ejemplo, lanzarnos de lo alto de un edificio para volar, pues no está en nuestra capacidad, de modo que nuestras posibilidades dependen de la capacidad física que disponemos, de la capacidad intelectual y emocional, de la capacidad económica y del contexto donde estamos insertados.
De manera que, por ejemplo, un pordiosero, un inculto, un esclavo, un sumiso a una dictadura, a consecuencia de sus limitadas y pobres capacidades apenas tienen ellos un estrecho margen para el ejercicio de su libertad.
La libertad es la acción por decisión voluntaria de la conciencia, pero he aquí el problema que Savater, en mi opinión, no profundiza adecuadamente. ¿Cómo es ese proceso consciente de decidir? ¿Cómo actúan los condicionamientos?
En el año 1983 el neurocientífico Benjamín Libet provocó una fuerte polémica, que dura hasta nuestros días, con su experimento que puso en cuestionamiento el libre albedrío. Este experimento – reproducido muchas veces por otros investigadores - consistió en detectar que la simple acción de pulsar un botón producía una actividad cerebral en el inconsciente 200 milisegundos antes de la sensación consciente de haber tomado voluntariamente la decisión.
Tenemos la sensación de haber tomado conscientemente una decisión voluntaria, pero hay procesos neurológicos inconscientes que preceden a la toma de consciencia que nos da la impresión de que es un acto voluntario. Entonces, somos una especie de autómatas que reaccionamos inconscientemente a determinados estímulos siguiendo un determinado programa biológico, de modo que cabe preguntarse: ¿la decisión la toma el inconsciente?, ¿el libre albedrío es sólo una ilusión?
Realmente el cerebro realiza muchas actividades en el inconsciente, por ejemplo: controla la respiración, las pulsaciones del corazón, la temperatura del cuerpo, y muchas otras más sofisticadas. También realizamos muchas actividades en modo automático que previamente hemos decidido, como conducir el vehículo, teclear el computador, seleccionar un producto en el supermercado, etc., de forma que si estos asuntos estuvieran en el consciente seguramente no tendríamos capacidad ni atención para otras cosas. Sólo cuando ocurre un evento extraordinario estas actividades del inconsciente suben al área de la conciencia. Quizás algo parecido ocurre con las simples decisiones del experimento de Libet. Tal vez las decisiones más complejas tienen una interacción entre el consciente y el inconsciente, con un componente racional más importante. No lo sabemos.
Ahora bien, si no hay libertad imagínense, por ejemplo, lo que podría ocurrir con un homicida, pues él diría que no quiso hacer nada malo, sino que ocurrió que su inconsciente le ordenó asesinar. Sin libertad no hay responsabilidad, no hay culpabilidad. La vida necesita tener la convicción de que la libertad existe y se debe considerar la responsabilidad individual de los actos, caso contrario Hitler habría sido un pobrecito desdichado que fue manipulado por los traumas de su inconsciente.
Cierto, no estamos seguros de nada, pero en cualquier caso, insisto, si la libertad es una ilusión, es una ilusión necesaria.  Ya no es asunto de filosofía, es un asunto práctico. Yo sí quiero sentirme libre y así viviré mientras me quede un hálito de vida. Definitivamente mi locus de control es interno, ¿y el tuyo?